Jesús Silva-Herzog Márquez / Narrativa

AutorJesús Silva-Herzog Márquez

Las metáforas del mando giran con frecuencia alrededor de las imágenes de la acción arriesgada: el capitán que conduce una embarcación en aguas revueltas; el médico que detecta la enfermedad y aplica la cura, el cirujano que abre la piel para extirpar el tumor, el general que diseña la estrategia de ataque y dirige a las tropas en el combate. Las metáforas también bordan el universo de la planeación reposada y cerebral: el arquitecto que traza líneas para proyectar los espacios de la convivencia; el ingeniero que diseña las catapultas de la acción colectiva. El gobernante como general, como diseñador, médico o capitán. Si seguimos esas alegorías asumiremos que el gobernante actúa directamente en la realidad y responde solamente por el resultado de sus actos. Equipado de los instrumentos de su oficio, diseña un puente o planea una batalla. El mando en el lápiz, el bisturí, las riendas. Los efectos de su inteligencia habrán de verse directamente en el mundo: victoria en la guerra, arribo al puerto; alivio del paciente; levantamiento de la casa.

Un componente esencial de la labor política se ausenta en cada uno de esos símbolos: la labor de la narrativa. Es que la acción política no depende en exclusiva de sus instrumentos ni de sus maniobras. En eso se separa de aquellas alusiones a la inteligencia práctica. El arquitecto ha de ser también fabulista; el comandante debe ser cuentista, el capitán un narrador. En la televisión puede verse el cuento de un médico genial que es capaz de escapar los engaños de sus pacientes para descubrir las enfermedades más encubiertas. Un científico con la sabiduría de un cínico y la rudeza de un salvaje. La aspereza de su trato no obstaculiza el tino de su juicio. Por el contrario, el taladro de su inteligencia se abre paso gracias al olvido de las cortesías. El doctor House que aparece en la televisión sabe que no hay más que una herramienta para la cura de sus pacientes: la ciencia. Por eso no hay razón para perder el tiempo en amabilidades y consuelos; ninguna razón para confiar en la voz del enfermo ni para malgastar energía animando al moribundo con esperanzas. Al paciente no se le explica nada: se le cura. Basta una percepción aguda y familiaridad con los descubrimientos de la ciencia. El personaje de la serie ilustra el carácter rigurosamente técnico de su oficio. El doctor House se acerca a un paciente con la pasión con la que un hombre de ciencia acomete un experimento que lo pone a prueba. Un desafío...

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