'Jelipe' el gran sultán

AutorMaría Luisa Medellín

Frente a la banqueta de su casa hay dos viejos automóviles estacionados: un Plymouth verde y un Ford Galaxy 500, sobre los que se lee en letras grandes y llamativos colores "Gran Jelipe".

En el muro que enmarca la puerta hacia un largo corredor que se trunca con la reja de su hogar está inscrita otra vez la leyenda: "Gran Jelipe, timbre aquí", y unas flechas en negro conducen al visitante por el pasillo, hasta el cordel de una campana que hay que jalar para anunciar de nuevo la llegada.

Entonces, del interior de la construcción de dos pisos, en verde pálido, semioculta entre tendederos, fierros viejos y montones de cachivaches sale un hombre moreno, de ojos vivarachos, pelo entrecano, mediana estatura y voluminosas proporciones.

Viste una gastada camiseta interior blanca de manga corta que resalta aún más su vientre, pantalón oscuro y zapatos de vestir, renquea un poco al caminar y un solo diente asoma en la encía inferior de su amplia sonrisa.

Se llama Felipe Moreno Buentello, lleva a cuestas 63 años, y cuando de él se trata, todo es en exceso: su desparpajo, su dinamismo, su gusto kitsch, su pasión por el beisbol y por el equipo de sus desvelos, los Sultanes, del que hace 39 años es porrista oficial.

Convencido y orgulloso de la popularidad de Jelipe, el personaje en el que se ha convertido por mero gusto, es amable y hospitalario aunque no haya amistad de por medio.

"En otra ocasión tiene que venir más temprano para que nos acompañe a comer", dice mientras pasamos a la sala comedor, donde está también su oficina: una silla giratoria con descansabrazos que rechina al menor movimiento, un viejo y gran escritorio amarillo y un teléfono que suena con regularidad.

Amenazando caer casi encima del escritorio hay un ropero, y de cuando en cuando, Felipe se levanta y extrae de alguno de sus cajones los artículos que considera necesarios para apoyar la plática: una bolsa de plástico llena de fotografías, con Héctor Espino, su compadre; con Pepe Maiz, el presidente del club Sultanes.

También, fajos de volantes en hoja de máquina en los que "El Internacional Gran Jelipe" invita a la fanaticada al viaje hacia la ciudad donde le corresponda jugar a los Sultanes; una peculiar tarjeta de presentación con su foto y el Cerro de la Silla de fondo, de cuando era agente de tránsito; y hasta un programa del Teatro de la Anda, en el que desde hace un año fue invitado a sumarse al elenco cómico.

Discreta, su esposa, Librada Ríos de Moreno, llama a dos de los nietos que revolotean alrededor del abuelo para que no lo interrumpan y no toquen "su papelerío" porque es lo que más lo irrita; ella sólo volverá a aparecer cuando Felipe la requiera.

Haciendo cálculos, y sin que suene a reproche, doña Librada dice que de los 42 años que llevan de casados, su marido ha vivido para los Sultanes quizá la mitad de ese tiempo.

Recuerda cómo cuando los seis hijos estaban chicos, era ella quien los llevaba de paseo o a las fiestas familiares, mientras Felipe se pasaba del trabajo al estadio, siempre pendiente de la organización de las porras.

"Cuando los niños fueron creciendo, pues ya lo acompañaban, y después yo también. Ahora que todos están casados, a veces van, yo...

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