Mucho jazz, poco equipaje

AutorEsther González Jacques

Antes de que Iraida cumpliera un año de edad, sus padres decidieron trasladarse a Nueva York, una ciudad en la que residía gran parte de su parentela. Dos años después, la familia prefirió regresar a México. Así, la cantante comenzó la vida nómada.

Para alejarse de la Gran Manzana recorrieron las carreteras de Estados Unidos. Dos semanas en automóvil fueron suficientes para que la pequeña expresara, al llegar a Laredo, que no quería saber más de autopistas y señalizaciones.

"Así estuve como hasta los 7 años, esa época fue de mucho viaje; por el trabajo de mi papá (pianista), vivimos en Acapulco, en Guadalajara y hasta un año antes de entrar a la primaria estuvimos en Houston", recuerda.

Viajera de negocios

Muchas veces sólo va y regresa sin haber conocido los destinos en los que le toca trabajar.

"Finalmente, las condiciones se dan así, y además tienes una vida y debes regresar, pero por ejemplo una vez nos tocó ir a Colombia, y entonces aprovechas para quedarte un poco más y conocer", argumenta.

Después de las pruebas de sonido de una presentación que dio en Campeche, el equipo de producción decidió escaparse a disfrutar de un cenote que se ubicaba muy cerca. Así, Iraida ha ido conociendo los sitios que visita en plan de trabajo.

"Creo que para conocer los lugares a los que viajas tienes que vivirlos y estar en ellos, ya sea el clásico centro turístico o el underground".

Pequeño receso

Uno de los lugares que más impacta a Iraida es Hierve El Agua, en Oaxaca.

"De entrada es como mágico, un lugar muy fuerte, como sagrado, o por lo menos para mí lo es. Es difícil llegar hasta ahí, debes pasar empedrados y terracerías, luego dejas el coche y caminas, pero es increíble. Hay una cascada enorme que está petrificada, como que se congeló con todas sus capas de agua en colores blanco, verde y azul", describe la cantante.

En la cima de la cascada hay un ojo de agua en el que Iraida se sumergió, un estanque que se llena con las diferentes corrientes de agua, de diversas temperaturas y tonalidades, que llegan de la zona.

"Te da escalofrío, pero también algo te sacude. Yo sentí que me curaba, como que algo se me salía del cuerpo. De regreso a la capital creí que alguien más manejaba el coche, porque ¡yo traía una ligereza de lo descansada que estaba! Me pareció una experiencia purificadora".

Desde Hierve El Agua, Iraida...

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