Javier González Garza / Provocaciones

AutorJavier González Garza

Amenos de un mes de la celebración del Bicentenario de la Independencia, nuestro país se encuentra en uno de sus peores momentos. Además de la inseguridad, la corrupción, la injusticia, el desempleo, la violencia y las condiciones económicas y sociales, ahora estamos ante grandes provocaciones que podrían dividir catastróficamente al país.

En este ambiente se han desarrollado unas reuniones llamadas "Diálogo por la Seguridad". Un diálogo que llega cuatro años tarde, que intenta justificar una torpe decisión y que ansía prorratear "culpas". Un diálogo que parece una charla, porque de ellos no conocemos alguna conclusión, ni un solo acuerdo. Ahí, Felipe Calderón lanzó la primera provocación cuando se refirió al tema de la legalización de las drogas.

Antes de pensar en la legalización, el Ejecutivo federal podría tomar otras medidas, para disminuir la violencia en el país, y que no requieren ni de reformas estructurales ni de mucho dinero.

Porque una cosa es la violencia y otra es el fenómeno del narcotráfico. Calderón ha sostenido reiteradamente que ésta es una guerra que "los mexicanos ganaremos". Arrogancia supina la suya, pues en ningún país del mundo, el Estado ha podido erradicar al narcotráfico como fenómeno de nuestra civilización. Pero en muchos países, aun con un fenómeno desbordado de producción, trasiego, venta y consumo de drogas ilegales, se ha enfrentado eficazmente la violencia y la corrupción que vienen aparejadas al fenómeno.

Pero Calderón sólo pide más dinero y más poder para continuar su guerra. No hay ningún esfuerzo, por ejemplo, en el sector educativo para informar a los niños y jóvenes de las consecuencias del consumo de las drogas, como tampoco lo hay por el consumo del alcohol.

Tampoco hay políticas de salud pública para pensar en los adictos como enfermos. Aquellos dependientes de las drogas que en medio de una crisis de abstinencia son capaces de casi cualquier cosa para conseguir una dosis: robar, prostituirse, ejercer violencia extrema y hasta matar. Calderón debe saber, que de la misma manera que un bebedor consuetudinario de alcohol es un enfermo y no un delincuente, un consumidor dependiente de drogas ilegales también lo es.

Estas medidas no terminarían con el narcotráfico, pero sí disminuirían la violencia y, en muchos casos, lograríamos sacar de un suplicio a seres humanos que están en situación de dependencia y, lo más importante, el Estado tendría control del fenómeno y se podría evitar que miles caigan en...

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