Javier Hurtado / Candidato único

AutorJavier Hurtado

La crisis por la que viene atravesando el PAN es una de las más difíciles de su historia: a la pérdida de 63 posiciones en la Cámara de Diputados y al dejar de gobernar a más de 10 millones de mexicanos a nivel municipal como producto de las elecciones del pasado 5 de julio, viene ahora a sumarse una candidatura única a la presidencia del Partido que, por la forma como ha sido procesada a su interior, amenaza con que el 8 de agosto próximo el PAN no pueda elegir a su nuevo presidente si más de una tercera parte de los miembros del Consejo Nacional anulan su voto.

En el conflicto panista no está claro si lo que se cuestiona es un supuesto "dedazo al estilo priista" (que de entrada no lo es, puesto que si lo fuera no existirían opositores a la voluntad presidencial) o que el único candidato a encabezar el PAN sea afín al Ejecutivo federal y no a sus detractores o adversarios al interior de su partido.

¿Cómo puede entenderse entonces que Ernesto Ruffo cuestione una candidatura única y, al mismo tiempo, exija ser candidato único ("de consenso", diría él y decían en el PRI)?

¿Qué conviene más al País y al partido en el Gobierno federal: Que quien lo dirija sea afín al Presidente, o un adversario suyo al interior de la organización política a la que pertenece? No se requiere mayor esfuerzo para colegir por la primera opción: Lo deseable es que los adversarios políticos de un Presidente dirijan los partidos de oposición, mas no la formación política a la que él pertenece.

En una democracia presidencial con gobierno dividido -como lo es el caso de México- el hecho de que, adicional a esto, el Presidente no tenga el liderazgo sobre su partido, puede provocar hondas repercusiones para la gobernabilidad y la eficacia gubernamental (en una democracia parlamentaria, como la inglesa, cuando esto último sucede la consecuencia es la caída del gobierno).

El problema al interior del PAN es práctico y tiene que ver con el liderazgo, el comportamiento político y la confianza. No es un problema de "generosidad" o tacañería. El liderazgo se gana y se reconoce, al tiempo que la confianza se otorga sin regateos. La magnificencia no es un valor en el juego de la política.

Ahora bien, el problema, si bien es práctico, también es de formas: el Presidente Calderón ha echado a andar la maquinaria del gobierno en el partido (una tercera parte de los 370 consejeros electores están en la nómina federal o le deben lealtad al Presidente), lo que con justa razón ha molestado...

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