Javier Hurtado/ Las elecciones en Francia

AutorJavier Hurtado

En las elecciones presidenciales de Francia celebradas el domingo pasado, con justa razón la atención se centró en la participación en la segunda ronda electoral del candidato ultraderechista Jean Marie Le Pen, quedando de lado el análisis de elementos igualmente interesantes de su sistema de gobierno, electoral y de partidos políticos, que han hecho del sistema francés un caso paradigmático de sistema político que mucha admiración ha causado entre académicos y políticos mexicanos.

Un punto de partida para entender el sistema galo consiste en precisar que se trata de un sistema semipresidencial de Gobierno, que se distingue del parlamentario en que el Jefe del Estado (Presidente de la República) es electo por voto popular directo para un período fijo en el cargo (en este caso cinco años); y del Presidencial en que la Jefatura de Gobierno la comparte con un Primer Ministro designado por el Presidente, pero sujeto a la confianza de la Asamblea Legislativa.

El sistema semipresidencial es por sí mismo un sistema de Gobierno diferente a los otros dos, y que en la actualidad se presenta en 56 países del mundo, gobernando a una población superior a los 800 millones de habitantes. Esto significa que si bien Francia no es el único país con ese tipo de Gobierno, el modelo galo sí es el más conocido y es uno de los primeros en surgir hace cuarenta años.

El sabio modelo bicéfalo de Gobierno del sistema semipresidencial ha hecho que su principio guía sea el poder compartido (cohabitación); mientras que lo característico de los sistemas presidenciales sea el Gobierno dividido (cuando el partido del Presidente no tiene mayoría en la Asamblea Legislativa), en tanto que lo propio de los sistemas parlamentarios son los gobiernos de coalición. Es decir, el modelo Francés tiene la ventaja de resolver lo que el presidencial no puede: la posible parálisis gubernamental u obstrucción entre poderes que le es característica de sus situaciones de Gobierno dividido. Sin embargo, reconocer lo anterior no puede llevar a plantear copiar exactamente en otro país lo que en Francia sí funciona, y funciona bien. Llamo la atención en este punto, en virtud de que algunas voces de México han planteado adoptar -no adaptar- tal cual el modelo francés.

Analicemos entonces algunas otras características que se presentan en el sistema de Gobierno del país galo y precisamente contribuyen a dotarlo tanto de una peculiaridad específica como de su debida funcionalidad. En esto, el...

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