Jaque Mate / Wilma y los medios

AutorSergio Sarmiento

"Los pesimistas no son sino espectadores. Son los optimistas los que transforman el mundo".

François Guizot

La semana pasada escuché un programa de radio en el que un conductor y un comentarista ofrecían una avalancha de agrias críticas a la forma en que el gobierno mexicano ha enfrentado al huracán Wilma y sus consecuencias. Parecía que todos los funcionarios del gobierno mexicano y las empresas públicas debían renunciar de inmediato -desde el presidente de la República hasta el último trabajador de la Comisión Federal de Electricidad- para dejar su lugar a personas que supieran lo que estaban haciendo y estuvieran dispuestas a trabajar para lograrlo.

Lo curioso es que la impresión que a mí me ha dejado la primera semana de esfuerzos tras el embate del huracán es exactamente la contraria. Dada la intensidad y extensión del huracán, lo lógico habría sido esperar un mayor número de víctimas y una recuperación más tardada. Es sorprendente, me parece, la velocidad con la zona está recuperando su vida normal.

Wilma no fue una tormenta cualquiera. El Centro Nacional de Huracanes de Estados Unidos la calificó como el huracán de mayor potencia jamás registrado en el Atlántico. Cuando llegó a la costa de Quintana Roo era mayor en extensión que toda la península de Yucatán. La lentitud de su movimiento hizo que durante 36 horas descargara toda su furia sobre Cozumel, Playa del Carmen, Cancún e Isla Mujeres.

Katrina fue un huracán de categoría menor y de más rápido movimiento. Aun así, dejó un millar de víctimas en Nueva Orleans y la zona circundante. En todo Quintana Roo, en contraste, hubo apenas ocho víctimas mortales por Wilma.

Los primeros reportes después de Wilma pintaban un panorama desolador. El 100 por ciento de los hoteles había sufrido daños. Las carreteras de acceso estaban inundadas, los muelles destruidos y las pistas de aviación inhabilitadas. Cancún se encontraba aislado y las dificultades logísticas de abastecimiento eran enormes. Había temor de que la ciudad se viera doblegada por el hambre y estallara en desesperación.

Los daños a las instalaciones de electricidad eran enormes. Más de 200 torres de transmisión habían caído. Miles de postes yacían por tierra. Muchos de los transformadores de la zona hotelera, que se encuentran a ras del suelo porque la red de electricidad es ahí subterránea, habían sido dañados por las inundaciones. Ante la falta de electricidad, las bombas de agua y drenaje estaban sin funcionar. El penetrante...

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