JAQUE MATE / Muerte y vida

AutorSergio Sarmiento

"Si nada nos salva de la muerte, que al menos el amor nos salve de la vida".

Pablo Neruda

A medio camino entre el equinoccio de otoño y el solsticio de invierno, en un momento en que los días se acortan y las noches se alargan, en un ambiente que se hace cada vez más frío, es natural pensar en la muerte. Lo hacían los antiguos celtas cuyo Samhain se festejaba del anochecer del 31 de octubre al anochecer del 1 de noviembre. Lo hacían también los católicos europeos con la fiesta de todos los santos, el 1 de noviembre, y el día de los fieles difuntos, el 2 de noviembre. Los antiguos pueblos de Mesoamérica, si bien en otras fechas, también rendían culto a los muertos.

Los distintos festejos confluyen en el México moderno. El viejo Samhain ha llegado a nosotros a través del Halloween y a pesar de la resistencia de los puristas ha capturado la imaginación de muchos, especialmente niños. Las antiguas tradiciones prehispánicas se han fusionado desde hace siglos a las celebraciones católicas del día de muertos. En Mixquic o en Pátzcuaro, como en otros lugares del País, puede verse esta convergencia de tradiciones.

Los mexicanos hemos sabido siempre reírnos de la muerte. Por eso comemos calaveritas de azúcar con nuestro nombre y colocamos en las ofrendas a los muertos no sólo caña o frutos de temporada sino también ese tequila o mezcal que apreciarían. En Xochimilco las representaciones de La Llorona y del Nahual están hechas para asustarnos, supongo, pero nos hacen reír de manera nerviosa después del momento de terror. En eso no somos muy distintos de nuestros vecinos del norte. Ellos tienen sus calabazas en vez de las calaveritas y sus disfraces en lugar de las ofrendas. Pero en las dos tradiciones se registran esfuerzos similares por reconocer la presencia de la muerte con un toque de humor, como para convencernos de que no le tenemos miedo.

Este año quizá sea más difícil el recuerdo de los muertos. Si por un momento pensamos que la violencia había dejado de ser parte de nuestra vida cotidiana, los acontecimientos de los últimos tiempos nos han dado un mentís. Las ejecuciones de Tlatlaya y las desapariciones de los normalistas de Ayotzinapa demuestran que la muerte y la violencia siguen siendo compañeras constantes de los mexicanos. No hemos dejado atrás el México...

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