JAQUE MATE / Germán

AutorSergio Sarmiento

"... ligero de equipaje, casi desnudo, como los hijos de la mar".

Antonio Machado

El hecho de que no haya publicado su columna ayer me dio mala espina. Tenía que ocurrir algo verdaderamente importante para que Germán Dehesa no compartiera su pensamiento con los lectores.

Tampoco me gustaba, debo decirlo, que súbitamente le hubiesen empezado a llover tantos homenajes. Los reconocimientos deben darse a quienes han terminado ya su trayectoria, pensaba yo, y Germán tiene todavía mucho que escribir, que reflexionar, que darnos a sus lectores y amigos.

Si bien, como él mismo reconocía entre sonrisas, estaba bastante golpeado por la vida, Germán no era un hombre viejo. Tenía apenas 66 años de edad. Su columna fue publicada por última vez apenas este miércoles 1o. de septiembre. Su sentido de humor mordaz, sus reflexiones políticas, sus peticiones para apoyar a quienes menos tienen estaban presentes con toda su fuerza.

El 11 de agosto Germán recibió un homenaje como Ciudadano Distinguido por el gobierno del Distrito Federal. Hoy mismo tendría otro de la Universidad Nacional Autónoma de México. En unos días más le tocaría el turno al gobierno de Veracruz. Parecía que súbitamente todo el mundo quería ofrecerle un homenaje a un hombre que se había convertido en un compañero cotidiano de muchos gracias a una de las columnas más leídas del país.

Yo fui más afortunado que muchos. Tuve la ocasión de conocer a Germán desde hace años y de gozar de su amistad y de su ingeniosa conversación. El sentido del humor que hizo famosos sus escritos lo tenía también en las reuniones en las que coincidíamos.

Su cultura era enciclopédica, aunque amplia y a veces desordenada. Con él se podía hablar de todo, desde Borges hasta el último juego de futbol, particularmente si era de sus amados Pumas, pero también de futbol americano, de música o de política.

A veces parecía que no había asunto que no pudiera tomar y transformar para convertir en humorístico. Pero al mismo tiempo parecía que no había límite a su capacidad para interesarse por la suerte de los demás y para ayudarlos. Podían ser los tarahumaras, sumidos en el frío del invierno y a quienes había que llevar cobijas, o los damnificados de alguna inundación en el sur del...

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