JAQUE MATE / La cigarra

AutorSergio Sarmiento

"Cantó la cigarra durante todo el verano, retozó y descansó".

Jean de La Fontaine

Érase una vez una cigarra que cantaba en el verano. Retozaba y jugaba y volvía a cantar con alegría. El cálido clima del verano parecía extenderse por un tiempo sin fin.

Su vecina, la hormiga, no dejaba mientras tanto de trabajar. Tenía miedo al invierno que tarde o temprano habría de llegar. Reunía hojas y granos y acondicionaba su vivienda para sobrevivir el más inclemente de los climas.

La cigarra se burlaba. ¿Para qué desaprovechar los tiempos soleados y cálidos en un trabajo que dejaba sólo la frente perlada de sudor? La hormiga, sin hacer caso de las burlas, continuaba su trabajo.

Pero el clima empezó a cambiar. Las temperaturas pasaron a ser frescas y después se volvieron francamente frías. Los árboles perdieron las hojas. Los campos se secaron. No había ya granos ni hojas que recoger.

La hormiga se preparó a pasar el invierno en el calor de la cómoda morada que había construido en cuya alacena había una gran cantidad de granos y hojas. La cigarra, en cambio, empezó a pasar hambre y frío.

Una mañana la cigarra tocó a la puerta de la hormiga. Le pidió alimento que le permitiera sobrevivir a la inclemencia del clima. "Y ¿qué hacías tú cuando el tiempo era cálido y hermoso?", le preguntó la hormiga. La cigarra contestó con sinceridad: "Yo cantaba y bailaba todo el tiempo". La hormiga respondió: "Pues canta y baila ahora".

La historia habría terminado así en otros tiempos, en otros países. Pero esta cigarra y esta hormiga vivían en un país llamado México.

La cigarra empezó a organizar manifestaciones para protestar por la riqueza de la hormiga. Su acaparamiento de los víveres, decía, era la fuente de la pobreza de la cigarra. Con otras compañeras, montó un prolongado plantón en la avenida principal del reino, el llamado Paseo de la Reforma.

El rey, una cigarra electa por mayoría popular, empezó a indagar las razones de los plantones. Le pareció también injusto que la hormiga tuviera tanto y la cigarra tan poco.

Ordenó así expropiar el 30 por ciento de todo el grano almacenado por la hormiga. Él mismo se quedó con el 20 por ciento, que revendió para acrecentar su fortuna, y entregó el otro 10 por ciento a la cigarra. Dio además...

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