Jaque Mate / Bebidas

AutorSergio Sarmiento

"El poder de cobrar impuestos implica el poder de destruir".

John Marshall

Si usted está en la ciudad de Tijuana y quiere comprar un buen tequila a buen precio, lo único que tiene que hacer es cruzar la línea y adquirirlo en San Diego. Sorprendentemente, el precio en Estados Unidos para este producto mexicano es menor que el de nuestro país.

Pero si usted no puede cruzar la frontera, y quiere un tequila barato, es muy probable que termine comprando una botella en el mercado informal. Quizá el tequila no sea bueno -de hecho, es muy posible que esté adulterado-, pero por lo menos evitará pagar el prohibitivo impuesto especial (IEPS) de 50 por ciento que en nuestro país se cobra a las bebidas alcohólicas y que es adicional al IVA y a otros impuestos normales.

Este alto impuesto especial ha sido uno de los factores que han reducido de manera drástica las ventas de la industria formal de bebidas alcohólicas en México. Hace una década la industria formal vendía alrededor de 30 millones de cajas al año (cada caja contiene 12 botellas de 750 mililitros; esta cifra no incluye a la cerveza y el vino). El consumo ha caído ahora a 15 millones de cajas.

Hay quien tontamente ve estas cifras con alegría porque piensa que está bajando el consumo de bebidas alcohólicas. Pero la idea es falsa. El consumo real no ha bajado sino que se ha mantenido estable. El brutal descenso en las ventas de la industria formal ha sido simplemente compensado por el mercado ilegal. El contrabando, la producción informal y la adulteración de bebidas -en una práctica que representa un altísimo riesgo de salud pública- han desplazado el consumo de bebidas alcohólicas de la industria formal. Hoy se estima que por cada botella de la industria legal se vende otra en la ilegalidad.

El impuesto ya brutal que se cobra a las bebidas alcohólicas no es tan alto como el que trataron de imponer nuestros legisladores. La ley dice que las bebidas de más de 20 por ciento de contenido alcohólico deben cubrir un impuesto especial del 60 por ciento. El Ejecutivo federal, consciente de que un gravamen de tal magnitud habría destruido a la industria formal, lo atemperó con un subsidio que baja la carga real a 50 por ciento. El problema es que esto hace que el sistema fiscal que se aplica a la industria sea terriblemente complejo. De hecho, esta actividad ha tenido que enfrentar ocho cambios fiscales en los últimos 10 años. Si algún político se hubiera hecho el propósito de impedir la inversión en...

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