Japón

AutorPerla Ciuk

Todo el peso histórico y cultural que encierra el lejano Japón se concentra en el título de una película mexicana, mismo que sin duda despierta la curiosidad y la imaginación del espectador antes de entrar a la sala de cine; la interrogante sobre la relación entre este país y la trama de la cinta se mantiene latente durante todo el desarrollo de la historia, otorgándole finalmente al público la responsabilidad de establecer su propia lectura.

Japón puede gustar, sin duda sorprender e incluso irritar, sin embargo si algo se agradece en la opera prima de Carlos Reygadas, quien nunca ha visitado Japón, es la posibilidad de una narración alejada de todo canon comercial en la que se permea de principio a fin el total control creativo del director, esquema únicamente posible dentro del cine independiente, en este caso una producción que no rebasa el millón de dólares.

Chilango de nacimiento (1971), maestro en Derecho de Conflicto Armado y Uso de la Fuerza, por el King's College London, Reygadas decide abandonar el mundo de las leyes para dedicarse al séptimo arte. Cinematográficamente autodidacta, a finales de los 90 -afincado entonces en Bruselas, Bélgica- dirige tres cortos que lo preparan para su primer largometraje, Japón, realización en la que también se hace cargo del guión y la producción.

El cineasta captura un microcosmos solitario en el estado de Hidalgo, opuesto al mundo citadino, a través de dos personajes igualmente contrarios: un hombre cincuentón (Alejandro Ferretis) que abandona la Ciudad de México hacia un lejano rincón rural para suicidarse y una anciana, Ascen (Magdalena Flores), nacida en la provincia, cuyo aprecio por la vida se manifiesta en todas sus acciones. La fuerza mortal y la fuerza vital se funden cuando el fuereño expresa a la septuagenaria viuda -quien le ha dado posada por algunos días- el deseo de acostarse con ella y ésta acepta. La piel arrugada y colgante del cuerpo de Ascen contrasta con los músculos aún firmes del temporal visitante, quien cortésmente -le habla de usted- le indica cómo colocarse. Abierto y sin tapujos el director expone este encuentro sexual, cual concesión a un "último deseo", de ninguna manera un acto derivado del amor. Misoginia pura, cinismo masculino, necrofilia enfermiza o quizá un "vuelve a la vida necesario" tornan este pasaje en el eje definitivo de Japón.

El realizador opta por un esquema narrativo que rebasa toda cuadratura o formato preestablecido al centrar la narración en el...

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