Jairo, el chelista zurdo

AutorErika P. Bucio

Jairo Ortiz es zurdo. Nada singular en un mundo con más de 600 millones de zurdos, desde presidentes como Obama y Putin hasta astros del futbol como Maradona.

Pero él es violonchelista y toca en una orquesta.

La gran mayoría de los zurdos aprenden a tomar el arco con la mano derecha. De otro modo, es difícil lograr acomodo dentro de una orquesta. El argumento es que confunden a sus compañeros y con su arco al revés, rompen la experiencia estética. Son poquísimos los que utilizan la mano izquierda. Jairo (Morelia, 1989) es uno de ellos. Lo suyo no es rebeldía ni ganas de llamar la atención. Simplemente no pudo acoplarse como diestro a su instrumento.

"Antes que talento, lo mío es empeño", dice Ortiz, en un camerino de la Sala Nezahualcóyotl. En el pasillo, un vigilante lo identifica: "¡Ah, es el zurdo!". Jairo sólo se alza de hombros y sigue su camino.

A los 16 años, se presentó en la Orquesta Sinfónica Infantil y Juvenil Silvestre Revueltas decidido a estudiar violín. Pero no tenían ninguno disponible. Sus opciones se redujeron a flauta, clarinete o violonchelo. Jairo jamás había visto uno de ésos, pero le pareció lo más cercano a lo que quería. Llegó a su casa con el instrumento prestado. Su madre le ordenó regresarlo. Pero él lo sacó del estuche, empuñó el arco y le sacó más que un sonido, un quejido. Desde ese momento fue suyo. Hizo lo mismo que cuando aprendió guitarra con su padre: le cambió el orden de las cuerdas y a tocar.

Pero ser un guitarrista zurdo como Paul McCartney o Kurt Cobain con una banda sobre el escenario no es lo mismo que formar parte de una orquesta. Eso lo entendió Jairo pronto, cuando se presentó en la Universidad Michoacana de San Nicolás de Hidalgo, decidido a convertirse en músico profesional.

"¿Quién te enseñó a tocar así?". Fue la primera objeción. La otra, su edad. Tenía 18 años. Era demasiado viejo para empezar. Llevaba dos años tocando como podía, enseñado por un flautista, en la orquesta infantil y juvenil. La cátedra de cuerda posee la reputación de ser una de las más exigentes, junto con la de piano, no solo en la Escuela Popular de Bellas Artes sino a nivel mundial. No querían aceptarlo. Jairo sintió impotencia. Apenas sabía tocar. Pero habló.

"La carrera de música es una de las más inciertas, casi da lo mismo que me acepten a mí o a otros diez diestros. La posibilidad de triunfar es muy pequeña", les dijo. Consiguió entrar, solo después de aceptar firmar una carta comprometiéndose a irse de la escuela...

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