Jaime Sánchez Susarrey / Pájaro de cuenta

AutorJaime Sánchez Susarrey

No hay que hacerse bolas. Si camina como pato, grazna como pato y tiene plumas, es un pato. La biografía de López no miente. Desde que fue presidente del PRI en Tabasco en 1983 hasta el secuestro del Congreso en días pasados el personaje es el mismo. Basta con hacer un pequeño recuento. Su enfrentamiento con González Pedrero y su defenestración del PRI tabasqueño fueron porque montó gobiernos paralelos que combatieron a los presidentes municipales. Después vino la toma violenta de los pozos petroleros y las marchas a la Ciudad de México. Como presidente del PRD en 1996 impulsó una línea radical de confrontación. Posteriormente utilizó el gobierno de la Ciudad de México como plataforma electoral y desafió abiertamente a la Suprema Corte de Justicia de la Nación. Y todo esto culminó con la denuncia del fraude, la toma de Reforma y la conformación de un gobierno "legítimo". Así que más claro ni el agua. La ley y las instituciones le importan un comino.

Añadamos algo más: la toma del Congreso y la crisis interna del PRD responden a la misma lógica autoritaria. La historia es muy simple: López tomó partido abiertamente por Alejandro Encinas y vetó a Jesús Ortega. Al primero lo siente como su incondicional, al segundo no. Pero además, esa preferencia se viste (o se disfraza) con una retórica nacionalista. En la defensa del petróleo no se puede ceder un ápice -dice el rayito de esperanza. Se necesita un partido cohesionado y disciplinado. Reconocer, en ese contexto, la victoria de Ortega equivale a debilitar el frente revolucionario. El argumento es idéntico al que utilizaron los priistas en Chihuahua en 1986: no se puede entregar un estado fronterizo a la reacción sin poner en riesgo la soberanía nacional. ¡Viva el fraude patriótico! Y lo mismo vale para la reforma energética. Si la reacción (el PRIAN) impone su mayoría en el Congreso habrá que desconocer la ley e impugnarla por todos los medios. No pasarán, es la consigna.

Así que repito: no hay que hacerse bolas. La estrategia de López es muy clara. Va con todo y por todo. Ésta es la hora de la revancha. El verdadero litigio no es Pemex ni su reforma. La mira está puesta en el 2012. Lo demás es irrelevante. El objetivo inmediato es torpedear la reforma. Porque sobre esa victoria López reconstruiría su liderazgo y su identidad. No sólo eso. El gobierno espurio debe colapsarse o, al menos, llegar al final del sexenio en medio de una crisis y descomposición de grandes dimensiones. De otra forma no...

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