Jaime Sánchez Susarrey / La oportunidad

AutorJaime Sánchez Susarrey
  1. El diagnóstico. Lo sabe cualquier estudiante de ciencias políticas. La combinación de un régimen presidencial con un sistema pluripartidista de representación proporcional es el peor de los mundos posibles. La división del Legislativo impide la formación de una mayoría. El presidente de la República, independientemente de su filiación, se enfrenta a un Congreso fragmentado. Pero además, no existen alicientes para forjar alianzas estables entre las fuerzas políticas. Los tiempos y las expectativas electorales modulan el comportamiento de cada uno de los partidos. Cálculos de corto plazo y búsqueda de beneficios inmediatos son la regla. De ahí la tendencia al empantanamiento. En el mejor de los casos se procesan reformas insuficientes, de acuerdo al principio del mínimo común denominador, y, en el peor, los resultados son nulos.

  2. La experiencia no miente. Giovanni Sartori lo ha analizado teórica y comparativamente. En México lo sabemos por experiencia. El PRI perdió la mayoría absoluta en 1997. La segunda mitad del gobierno de Ernesto Zedillo fue completamente improductiva. Las reformas estructurales se entramparon. A Fox le sucedió otro tanto. No hubo acuerdos ni negociaciones. Pese a que los papeles se invirtieron -el PAN se convirtió en gobierno y el PRI en oposición-, el resultado fue idéntico: inmovilidad. Felipe Calderón apostó a romper ese impasse. Lo logró con la reforma del sistema de pensiones del ISSSTE, pero naufragó en la reforma fiscal y energética -para no mencionar la contrarreforma electoral. La lección es contundente. Urge reformar el régimen político so pena que en el próximo sexenio se repita la historia.

  3. La salida existe. La primera opción consistiría en suprimir los legisladores de representación proporcional para regresar al modelo presidencialista clásico. Se alentaría así el bipartidismo y se fortalecería la posibilidad de que el PRI o el PAN obtuvieran la mayoría absoluta. La segunda posibilidad pasaría por bajar el nivel de votos del candado de gobernabilidad y otorgarle -como establecía la reforma de 1989- la mayoría absoluta a la fuerza que obtuviera 35 por ciento o más de la votación. La tercera vía consistiría en transitar hacia un sistema semipresidencial, como el francés, creando la figura de un primer ministro elegido por mayoría -sobre la base de una coalición- en la Cámara de Diputados. Por último, se podría optar por la figura de un jefe de gabinete y que los ministros más importantes fuesen...

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