Jaime Sánchez Susarrey / Qué izquierda

AutorJaime Sánchez Susarrey

Nadie lo puede negar. En México falta un partido de izquierda. Un partido que dé cauce a la inconformidad y a la esperanza de millones de ciudadanos. Un partido que contribuya a la modernización y a la consolidación de la democracia. No puede, sin embargo, ser cualquier partido ni cualquier "izquierda". La definición de "izquierda" es, hoy por hoy, confusa y no basta para legitimar un proyecto. Menos aún cuando se ha vuelto un traje a la medida para borrar pasados priistas y biografías siniestras. No, lo que se necesita y urge es otra cosa.

Urge una izquierda que comience por hacer un examen de conciencia. Las condenaciones desde el púlpito rojo no tienen ya cabida. Cayó el muro de Berlín, pero la historia sigue allí con sus millones de víctimas. El paraíso prometido terminó en el Gulag y en las fosas comunes de Pol Pot, para no hablar de Mao o de Fidel Castro. Tal como decía Octavio Paz, la geometría de la razón engendró los peores monstruos del siglo XX, sólo comparables al nazismo. Todo militante o simpatizante de la izquierda se debe y nos debe ese mea culpa.

Urge una izquierda comprometida con la legalidad y las instituciones. La lógica revolucionaria debe quedar atrás. La violencia no es, como creía Marx, la partera de historia. Es más bien la comadrona de los regímenes totalitarios o de los comités del terror revolucionario. No se puede, en consecuencia, mantener un doble lenguaje frente al Estado de derecho. Las insuficiencias deben corregirse por la vía reformadora. Más inadmisible resulta que la legalidad sea validada o cuestionada según favorece o contraviene a un partido.

Urge una izquierda que reconozca lo elemental: las economías planificadas del "socialismo real" fueron un completo y absoluto fracaso. No generaron bienestar ni crecimiento ni desarrollo tecnológico ni cimentaron una sociedad igualitaria. El monopolio del Estado se convirtió en la estructura de todos los sistemas totalitarios. La derrota de la URSS frente al capitalismo occidental fue contundente y radical. Las economías de mercado, con todas sus carencias, son superiores al estatismo y al populismo. De nada sirve esquivar esta realidad con condenaciones y descalificaciones al "neoliberalismo".

Urge una izquierda que debata. Que asuma sus proyectos y programas de manera sensata y eficaz. Prometer, ya se sabe, no empobrece. Pero los tiempos de la utopía y las falsas esperanzas han quedado atrás. Ésa fue la gran y cruenta lección del siglo XX. El aquí y ahora...

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