Jaime Sánchez Susarrey / Toda el agua

AutorJaime Sánchez Susarrey

Felipe Calderón no puede ni debe ceder un ápice. Su toma de posesión en San Lázaro es una cuestión de fondo y de forma. Se equivocan quienes aconsejan cambiar el recinto para evitar un enfrentamiento. De entrada, porque ese cambio no es garantía de nada. El sainete se va a producir irremediablemente. La fracción radical del PRD se opondrá por todos los medios a su alcance. Lo hará en San Lázaro o en donde quiera que fuese la sede alterna. No hay manera de impedirlo porque no se puede prohibir la entrada a los diputados y senadores perredistas. Y lo más importante: un paso atrás ahora será interpretado como un signo de debilidad. AMLO y sus corifeos lo traducirían y lo festejarían a los cuatro vientos: Calderón ya reculó; no terminará su sexenio; su caída está próxima.

El problema de fondo es que así como están las cosas no hay arreglo posible con el PRD. No lo hay, al menos, de aquí al 1o. de diciembre. La fuerza que ejerce AMLO sobre los perredistas sigue siendo enorme. Nadie se atreve a contradecirlo. Todos temen ser señalados como traidores. La amenaza es real: el que disienta abiertamente o lance la primera crítica será lapidado. Sin embargo, son muchos los que en voz baja consideran que la estrategia es suicida. Se trata de un verdadero harakiri, dicen. Pero aun así se quedan petrificados o, peor aún, con el ánimo de agradar a Andrés Manuel asumen una actitud más agresiva. La escena es digna de una película de terror: los pasajeros de un autobús ven que el despeñadero está a unos cuantos metros, pero ninguno se atreve a decirle nada al chofer... que es el Chucky.

Paradójicamente, para el futuro del PRD es mejor que las cosas ocurran ya y de la manera más dramática o grotesca, según se quiera. El ciclo que se inició el 2 de julio se cerrará el 1o. de diciembre. La estrategia que trazó AMLO la noche de la elección y en los días posteriores ha sido un rotundo fracaso. Destruyó en cinco meses el capital político que había acumulado a lo largo de años y años. Las encuestas lo muestran claramente. Lo más contundente, sin embargo, fue la derrota en Tabasco. El margen con que se impuso el candidato del PRI sobre el abanderado del PRD era impensable apenas en julio. Pero los errores y los horrores que cometieron los perredistas a lo largo de estos meses los aplastaron. El responsable de esa situación es Andrés Manuel y nadie más que él. Toca ahora llevar esa estrategia a su punto culminante: los enfrentamientos en el Congreso para tratar de...

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