Jaime Sánchez Susarrey / Los tiempos de don Pepe

AutorJaime Sánchez Susarrey

¿Hechura? De Luis Echeverría, sin duda. Su primer cargo de relevancia en la administración pública fue la dirección de la Comisión Federal de Electricidad (1972). No tenía mayores méritos ni conocimientos especializados para ocupar ese puesto, pero como se acostumbraba entonces bastaba la decisión del presidente de la República para que las cosas más disparatadas ocurrieran. Y de hecho, volvieron a ocurrir. José López Portillo fue nombrado secretario de Hacienda para sustituir a Hugo Margáin el 1í de junio de 1973. Así nació la economía presidencial, tal como la bautizó posteriormente Gabriel Zaid.

Luis Echeverría había decidido cortar por lo sano. La economía se manejaría desde Los Pinos. Para ello era indispensable un hombre dócil, como López Portillo, y no un personaje como Margáin, que se negaba a financiar el gasto público con mayor endeudamiento o emisión de moneda, y que simpatizaba con el grupo del Banco de México. A partir de ese momento, el gasto público, el endeudamiento y la inflación se dispararon. La atonía recibió cristiana sepultura y la borrachera del presidente de la República y su secretario de Hacienda continuó hasta que el peso se devaluó en 1976.

Pero la historia, como todos sabemos, no terminó allí. Luis Echeverría decidió repetir el mismo esquema en la sucesión presidencial. La designación de López Portillo como candidato del PRI a la Presidencia de la República respondió a cálculos idénticos. Don Pepe le debía toda su carrera a don Luis y no tenía un grupo político consolidado. Además, la amistad entre ambos era tal que se trataban como hermanos. Echeverría creyó y apostó a que esa relación prevalecería, de uno u otro modo, después de que López Portillo ascendiera a la Presidencia de la República. Un hidalgo pobre, pero digno, sabría honrar la amistad y la deuda contraída.

Las cosas, sin embargo, ocurrieron de otra manera. López Portillo jamás aceptó la tutela de nadie. Una de sus primeras decisiones, como se recordará, fue enviar a Echeverría de embajador a las islas Fiji. Y ese es, sin duda, uno de los grandes méritos que tuvo su administración. Porque la instauración de un minimaximato hubiera tenido consecuencias desastrosas para la estabilidad política y económica del país. No hay que olvidar que al terminar su sexenio, Luis Echeverría estaba abiertamente enfrentado con la iniciativa privada y su popularidad, sobre todo después de la devaluación, había caído drásticamente. No eran pocos los empresarios que...

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