Jaime Sánchez Susarrey / La puntilla

AutorJaime Sánchez Susarrey

Los números no mienten. El PRD sufrió un serio descalabro en Tabasco. El oro se volvió polvo. Los 507 mil sufragios que obtuvo Andrés Manuel el 2 de julio se transformaron en 342 mil el pasado 15 de octubre. La votación se redujo en 165 mil votos, es decir, 34 por ciento menos. El PRI en cambio incrementó su votación en 80 mil votos, 23 por ciento más que en la elección presidencial. El golpe es directo y a la cabeza, pero no del candidato Ojeda Zubieta, sino de Andrés Manuel.

Se dice que nadie es profeta en su tierra. Pero ese dicho no se aplicaba a AMLO. Su popularidad entre los tabasqueños es de larga data y creció con su candidatura a la Presidencia de la República. Nadie puede dudar lo evidente. De haber ganado la Presidencia, el efecto en Tabasco hubiese sido devastador. Ojeda se habría impuesto sobre Granier (o sobre cualquier otro candidato del PRI) con una enorme ventaja.

Lo inverso, sin embargo, no es cierto. La derrota del 2 de julio no se tradujo en una pérdida de popularidad inmediata de AMLO, ni en la Ciudad de México ni en Tabasco. Las encuestas iniciales lo mostraban con claridad. La gente que había votado por el candidato del PRD mantenía su simpatía. Lo que mermó su fuerza fueron las acciones de resistencia civil. La toma de Reforma y el Zócalo, amén de las descalificaciones de todas las autoridades, tuvieron un costo enorme.

Los electores flotantes, los que no son perredistas de convicción, se alejaron desconcertados o aterrados. Y así el ciclo se cerró inexorablemente. Porque lo que empezó como una derrota por unas cuantas décimas de punto está terminando como un gran naufragio. La persistencia y la eficacia de dicha estrategia son admirables. En tres meses y medio, AMLO liquidó el capital que había acumulado a lo largo de dos décadas. El Indestructible logró lo que parecía imposible: destruirse a sí mismo.

¿Entiende AMLO lo que está ocurriendo? Difícil saberlo. Sus reacciones van en sentido contrario. Presa de sus delirios y obsesiones se revela, una y otra vez, incapaz de confrontar la realidad. Su mundo está poblado de enemigos y últimamente sobre todo de traidores. Sin embargo, el silencio y la graciosa huida después de la derrota en Tabasco son sintomáticos. Es posible que la duda y la ansiedad se empiecen a apoderar de su espíritu.

Pero más allá de sus tribulaciones personales, lo cierto es que AMLO está ahora frente a un predicamento mayor. ¿Qué hacer el 20 de noviembre? Si opta por mantenerse en sus trece, los...

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