Jaime Sánchez Susarrey / Omisiones y errores

AutorJaime Sánchez Susarrey

No fue un error. Hubo ausencia de cálculo. Felipe Calderón reaccionó a bote pronto: frente al narcotráfico hay que usar toda la fuerza del Estado. Fue, sin duda, una decisión valiente. Pero no se acompañó de un diagnóstico indispensable: a) ¿de dónde proviene la fuerza del narcotráfico?, b) ¿cuáles son los recursos reales del Estado para combatirlo?, c) ¿cómo evolucionará y se escalará el conflicto en el mediano y largo plazo?

Los cárteles de la droga cuentan con dos recursos esenciales: el primero y fundamental es monetario. La oficina antidrogas de Estados Unidos calcula que en el 2008 los narcotraficantes mexicanos, que ya controlan el mercado allá, obtuvieron más de 14 mil millones de dólares; a los que habría que sumar las ganancias que obtienen en México por la expansión del consumo de drogas y por otras actividades ilícitas como la extorsión y el secuestro.

El segundo recurso estratégico es el armamento. Según un reporte del Comité de Relaciones Exteriores del Senado de Estados Unidos, por la frontera sur cruzan 2 mil armas diarias, esto es, 730 mil al año. Incluye armamento sofisticado, como bazucas o lanzacohetes, para no hablar de los cuernos de chivo o de las granadas de fragmentación. Los narcotraficantes se pertrechan en el mercado más grande y menos regulado del mundo. Su capacidad de fuego es prácticamente ilimitada, ya que depende sólo de sus medios económicos -que son enormes.

Frente a esta realidad, cuáles son los recursos reales del Estado mexicano. Empecemos por las carencias. El 95 por ciento de los cuerpos policiacos son municipales y estatales. No están capacitados ni armados para enfrentar a los narcotraficantes. Pero eso no es lo peor. Los gobernadores y los presidentes municipales se mantienen al margen del conflicto, que es de orden federal, por temor, prudencia o connivencia. Restan, entonces, las policías federales (PFP y AFI) para combatir a la delincuencia organizada.

En ese contexto, el uso del Ejército se torna obligado e indispensable. Pero siendo el único y el último recurso del Estado debe usarse con prudencia. El solo hecho de ponerlo en la primera línea de fuego supone una serie de riesgos. Sin embargo, desde que el Presidente Calderón decidió lanzar la ofensiva hasta la fecha, ni el Gobierno de la República ni el Congreso de la Unión han delineado una estrategia para modernizar y crear un policía nacional que sea capaz de asumir la lucha contra el crimen organizado.

Estamos, por lo tanto, ante una...

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