Jaime Sánchez Susarrey / Lástima, Margarito

AutorJaime Sánchez Susarrey

Sólo un ciego o un sordo pueden negar lo evidente. Felipe Calderón fue el ganador del debate. Y lo fue por partida doble. Se impuso sobre Roberto Madrazo, pero además capitalizó a su favor la ausencia de AMLO. El reto para él era doble: debía consolidar su ventaja sobre el candidato del PRI y aparecer como un hombre capaz de hacer propuestas viables. En ambos frentes salió airoso. En el primero porque logró neutralizar los ataques de Madrazo y en el segundo porque efectivamente hizo una oferta novedosa, concreta y atractiva para la población.

Roberto Madrazo, en cambio, perdió en todos los frentes. Llegó al debate en condiciones muy difíciles. Desde hace meses la mayoría de las encuestas lo sitúan en tercer lugar. Los conflictos internos del PRI se multiplican en todas partes. De ahí que Madrazo decidiera jugarse el todo por el todo. Apostó a la confrontación directa y abierta con Felipe Calderón. Su intención era revertir las tendencias y salir del encuentro en un virtual empate. Nada resultó.

Los puntos más débiles de la estrategia de Madrazo fueron tres: cuestionó la integridad y la honestidad de Calderón sin tener los elementos para probar su dicho y, sobre todo, sin tener la más mínima autoridad moral y política. Entró así en un terreno pantanoso que jamás debería haber pisado. Por otra parte, subestimó desde el inicio el papel que jugaría Roberto Campa. Y por último, lo más importante de todo: el candidato del PRI es muy vulnerable porque tiene una enorme cola que le pisen.

Roberto Campa fue a lo suyo. Para nadie es un secreto que él y la maestra Gordillo tienen una enorme lista de cuentas pendientes con el candidato del PRI. Sólo un ingenuo podría suponer que el abanderado de Nueva Alianza no aprovecharía el debate para poner en evidencia a Madrazo. De los proyectiles que le lanzó, tres fueron letales: el candidato del PRI no paga impuestos, se pelea recurrentemente con las mujeres y tiene a su partido hundido en la división y la confrontación.

La otra parte de la estrategia de Campa fue presentar y defender la urgencia de un programa de reformas (la fiscal, la laboral y la energética). Perfiló así a Nueva Alianza como una fuerza que no ganará la Presidencia, pero que puede jugar un papel muy importante en el Congreso para apoyar e impulsar el proceso de modernización de México. Nada de eso es despreciable. Y menos aún en el contexto de un Congreso dividido como el que hemos tenido desde la segunda mitad del sexenio del Presidente...

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