Jaime Sánchez Susarrey / El coletazo

AutorJaime Sánchez Susarrey

Después de la Segunda Guerra Mundial, todo el siglo XX estuvo dominado por la Guerra Fría. El enfrentamiento entre la Unión Soviética y Estados Unidos era planetario. No había conflicto regional, por pequeño que fuera, que no se alineara con el bloque socialista o con el mundo occidental. Cada victoria, o derrota, tenía impacto sobre la correlación global de fuerzas.

Nadie se atrevía entonces a predecir cuál sería el desenlace de la Guerra Fría. La superioridad económica de Occidente era compensada por la maquinaria de los regímenes totalitarios. Sin embargo la disputa era total, particularmente en el campo científico y técnico. Jean Paul Sartre, el célebre filósofo francés, tuvo la ocurrencia de afirmar que las vacas "socialistas" daban más leche que las vacas "capitalistas".

La carrera por la conquista del espacio se convirtió en el mejor símbolo de ese enfrentamiento. Los soviéticos fueron los primeros en poner a un hombre en órbita: Yuri Gagarin, en 1961. Los estadounidenses respondieron, en voz de John F. Kennedy, con la meta poner un hombre en la luna antes de una década. En 1969 el Apolo XI alunizó y Neil Armstrong pronunció la frase: es un pequeño paso para el hombre, pero un gran salto para la humanidad.

El término "Guerra Fría" era justo: no se trataba de un enfrentamiento armado con un desenlace fechado, pero sí de un conflicto permanente que tenía momentos álgidos, donde la probabilidad del uso de las armas, particularmente atómicas, era una realidad. La coyuntura más dramática, sin duda alguna, fue la crisis de los misiles soviéticos en Cuba en 1962. Fueron 13 días que tuvieron al mundo al borde del abismo. Para el anecdotario queda la posición de El Che Guevara, quien lamentó que Nikita Kruschev no hubiese tenido el "valor" de llevar el enfrentamiento hasta las últimas consecuencias.

Contra todo pronóstico, y de manera sorpresiva, el mundo socialista se colapsó sin conflicto. Primero cayó el Muro de Berlín en 1989 y meses después la Unión Soviética entró en un proceso de desintegración que culminó con el hundimiento de todo el bloque socialista. Quedaron, así, superados los dos riesgos mayores de la segunda mitad del siglo XX: uno, que el sistema comunista derrotara a Occidente; otro, que el conflicto desembocara en la Tercera Guerra Mundial, es decir, en un holocausto atómico.

La desaparición del socialismo real, como todo hecho histórico de gran magnitud, fue consecuencia de una serie de causas complejas. Pero entre ellas...

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