Jaime Sánchez Susarrey / Choque de trenes

AutorJaime Sánchez Susarrey

En principio, el panorama electoral del 2006 debería estar despejado. Vamos a la primera elección bajo un Gobierno panista. Los tiempos del partido hegemónico quedaron definitivamente atrás. Tenemos incluso una Presidencia débil, demasiado para ciertas cosas, y una serie de contrapesos. La Suprema Corte de Justicia actúa con independencia y en el Congreso ningún partido detenta la mayoría. El Instituto Federal Electoral y la legislación vigente garantizan equidad en las campañas, tanto en el monto de los recursos económicos como en el tiempo de exposición en los medios electrónicos. No hay, pues, en teoría, resquicios para un conflicto poselectoral.

La situación en 1994 era diferente. El clima se había enrarecido. Primero con el levantamiento zapatista y después con el asesinato de Luis Donaldo Colosio. No sólo eso. El 12 de mayo se celebró el debate entre Fernández de Cevallos, Zedillo y Cárdenas. El candidato del PAN se impuso sobre Cuauhtémoc, pero sobre todo sobre Zedillo. La competencia se cerró. Fue entonces cuando se empezó a hablar del choque de trenes. El riesgo de un conflicto poselectoral de grandes dimensiones era real. Si el candidato del PRI se imponía por un pequeño margen se podía dar por descontado el encontronazo. La profecía jamás se cumplió. Zedillo obtuvo una victoria holgada y la participación ciudadana fue alta.

Seis años después, las condiciones de la contienda habían mejorado. La reforma de 1996 garantizó lo que no hubo en 1994, tal como lo reconoció Zedillo ya como Presidente: equidad en los recursos y en las campañas en los medios electrónicos. Además, no había nubarrones de violencia o de conflicto. Y, sin embargo, Vicente Fox declaró reiteradamente que no estaría dispuesto a reconocer la victoria del candidato del PRI si la diferencia era de unos cuantos puntos. Desde su perspectiva, el "partido del Estado" tenía un handicap a su favor, ilegítimo, de cuando menos cinco puntos porcentuales.

El fin de la historia todos lo conocemos. Vicente Fox obtuvo la victoria y, por esa misma razón, el conflicto poselectoral fue conjurado. Sin embargo no hay que confundirse. La posibilidad de un choque de trenes era real. El que no haya ocurrido no significa que su evocación fuese el delirio de una noche de verano. Hoy, la historia se repite. Las condiciones para una elección transparente, equitativa y limpia existen. Pero la verdad es que no bastan para conjurar un conflicto poselectoral. Y no bastan porque uno de los...

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