Jaime Sánchez Susarrey / 35 años

AutorJaime Sánchez Susarrey

Han pasado 35 años y el país ha cambiado radicalmente. Muchos de los líderes estudiantiles que fueron perseguidos y encarcelados el 2 de octubre son ahora flamantes diputados, senadores o funcionarios del gobierno de la Ciudad de México o de otros gobiernos de la República. Hubo también cambios radicales de bando. Varios de los que estaban del otro lado de las barricadas son ahora camaradas y líderes de sus antiguos enemigos. Cuauhtémoc Cárdenas, por ejemplo, ocupaba a finales de los años sesenta un cargo menor, pero un cargo al fin, en el aparato del Estado mexicano. Y por el contrario, algunos de los líderes estudiantiles más aguerridos fueron, luego, cobijados y arropados por diferentes gobiernos priistas. El cambio más importante, sin embargo, es que en los últimos 14 años, a partir de la fundación del Partido de la Revolución Democrática en 1989, la izquierda se ha convertido en una opción de gobierno en varias entidades y se apresta a dar la batalla por la Presidencia de la República en el 2006. El camino recorrido, sobra decirlo, ha sido muy largo y muy accidentado.

Sin embargo, y por desgracia, el cambio es más aparente que real. La izquierda mexicana o, más bien, buena parte de ella, sigue estando por debajo de sus responsabilidades y de sus tareas. En alguna ocasión, a mediados de los años setenta, Octavio Paz la describió como una corriente murmuradora y retobona, reacia al autoexamen e impermeable a la crítica. Aquellos eran los tiempos de la guerra fría, de la crítica de la democracia burguesa, de la defensa acérrima de la Revolución Cubana y de la denuncia de los crímenes que cometía el imperialismo yanqui en todo el mundo. Los comunistas, los trotskistas, los maoístas y otras corrientes radicales mantenían debates y posturas encontradas en más de un tema, pero coincidían en una cuestión fundamental: frente a las embestidas del imperialismo había que tomar partido por la causa de los trabajadores y defender al socialismo real (con todo y sus imperfecciones o deformaciones). Coincidían, además, en que la revolución socialista era la única salida viable para los problemas que enfrentaba el país y trabajaban por una alianza de obreros, campesinos, estudiantes y clases medias para imponer el cambio de régimen.

Mucha agua ha corrido bajo el puente desde entonces. El socialismo real ha desaparecido, nadie habla de efectuar una revolución violenta y la adhesión de la mayoría de los perredistas a los principios de un régimen...

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