Jaime Sánchez Susarrey / Apesta

AutorJaime Sánchez Susarrey

El Partido Acción Nacional no atraviesa por un conflicto ideológico. No se están enfrentando los liberales contra los conservadores. Ni los humanistas contra los yunquistas.

Tampoco se trata de una confrontación de valores: los que defienden la pureza de los principios contra los pragmáticos que se propusieron alcanzar el poder por cualquier medio.

Vaya, no es siquiera por una diferencia de estrategia: los partidarios de fungir como una Oposición responsable vs. la intransigencia de los que pregonan ajuste de cuentas con los priistas.

El conflicto de los panistas es, simple y llanamente, de intereses, dinero y poder. Lo que se están disputando es el partido y la interlocución con el Gobierno de la República.

Las descalificaciones del Pacto por México se explican por una sola razón: Madero, y no los calderonistas, es quien tiene la batuta en las negociaciones.

No hay más. Pero desconcierta, por lo mismo, que en lugar de presionar para tener voz y voto en el proceso de las negociaciones hayan optado por un enfrentamiento abierto con la dirección nacional.

No había necesidad. La fuerza de los 22 senadores calderonistas es evidente. Se hicieron sentir en la reforma laboral y en la de telecomunicaciones. Con un plus: permanecerán en sus cargos hasta el 2018.

Pero dicho eso, también es cierto que el conflicto viene de larga data. Gustavo Madero no era el candidato del entonces Presidente de la República a la dirección nacional del PAN. Felipe Calderón lo subestimó y menospreció.

Y hay más. La postulación de Ernesto Cordero a la candidatura a la Presidencia de la República fue una jugada con doble intención: derrotar a Josefina Vázquez Mota o convertirlo en el líder de la fracción calderonista en el Senado.

La escalada del conflicto no tiene fin y se vuelve cada vez más grotesca: Cordero contra Madero; Corral contra Cordero; Zavala contra Corral; Gil contra Preciado.

Pero mientras eso ocurre, hay hechos escandalosos: los 16 millones, que nadie puede o quiere explicar, que se pretendían utilizar para actividades proselitistas de los senadores en vísperas de las elecciones del 7 de julio.

El hecho es grotesco, toda vez que los panistas se han quejado en todos los tonos de la intervención de los Gobernadores priistas en los procesos electorales.

Así que lo que se denuncia en un plano, como una intervención inaceptable, se asume en otro como un derecho y una obligación de los senadores de Acción Nacional.

Más allá de esa inconsistencia, los resultados...

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