Jaime Sánchez Susarrey / Hace un año

AutorJaime Sánchez Susarrey

La libramos de milagro. Hace un año la moneda estaba en el aire. El margen por el que se impuso Calderón fue mínimo. AMLO pudo haber ganado la contienda. Paradojas de la vida: el mejor aliado del candidato de Acción Nacional fue el mismo "rayito de esperanza". Sin sus errores y soberbia la historia sería otra. Corresponde a los psicoanalistas determinar por qué fue así. Como quiera que sea, el personaje ya no esconde sus miserias ni sus obsesiones. Andrés Manuel no es un político moderno ni pragmático, es un iluminado. La tolerancia y el respeto de la legalidad no están en su diccionario. Él se concibe como la encarnación única de la voluntad popular. Su palabra es la ley. Las comparaciones con Venezuela no eran desmesuradas ni equivocadas. De haber ganado la Presidencia, tal como lo describí en la novela La Victoria, habría perseguido y aniquilado a todos y cada uno de sus enemigos. Hugo Chávez le hubiera quedado chiquito.

Libramos también el segundo asalto. Para nadie era un misterio que AMLO no estaba dispuesto, bajo ninguna circunstancia, a reconocer su derrota. Quien encarna la voluntad nacional no puede perder en las urnas. El pueblo nunca se equivoca. Si las actas y las boletas dicen otra cosa es porque hubo un complot y un fraude. Por eso "el rayito de esperanza" se jugó el todo por el todo a la anulación de la elección y al nombramiento de un presidente interino. Jamás evaluó las consecuencias de sus actos ni los riesgos en que ponía al país. No importaba. López está convencido de que su mano justiciera y flamígera vale más que la República. Si su Presidencia debía levantarse sobre escombros así sería. Los principios y las verdades eternas no se negocian. Más vale morir en la raya que pactar. Ése era y es su temple. No ha cambiado un ápice. El subtítulo de su último libro es elocuente: "Sólo le han quitado una pluma a nuestro gallo".

Nadie puede cantar victoria. Se ganaron dos batallas muy importantes, pero no la guerra. El rayito de esperanza sigue allí. El poder que ejerce entre los perredistas no ha desaparecido. La victoria de Leonel Godoy, su candidato, en la tierra del general Cárdenas lo confirma. Marcelo Ebrard, por su parte, teme hablar y tomar distancia del Peje. Vaya, ni siquiera se atreve a acompañar al resto de los gobernadores del PRD a Los Pinos. La férula de López es inflexible. Golpea lo mismo a los cardenistas que mete en cintura a diputados y senadores. La posibilidad de que la fracción perredista discutiera y...

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