Jaime Sánchez Susarrey / Obama, Cárdenas y Peña

AutorJaime Sánchez Susarrey

En la entrevista publicada por la revista New Yorker, a mediados de enero, el presidente Obama fue sincero y preciso: "Tal como ha sido bien documentado, fumé marihuana cuando era niño, y lo veo como un mal hábito y un vicio, no muy diferente de los cigarros que fumaba cuando era joven y gran parte de mi vida adulta. No creo que sea más peligrosa que el alcohol".

Obama fue más lejos que Clinton, quien reconoció haber fumado, sin inhalar, marihuana. Y fue mucho más allá, al pronunciarse implícitamente contra la clasificación de la DEA y la ONU, que sitúan a la cannabis en el nivel 1 de la lista de sustancias prohibidas, por considerar que es una droga altamente adictiva y no tiene uso medicinal.

Hay que agregar, sin embargo, que el presidente de Estados Unidos se quedó corto. En el estudio publicado por un grupo de médicos británicos (David Nutt, Leslie A King, William Saulsbury, Colin Blakemore), que utilizó tres variables (daño físico, dependencia y daño social) para clasificar la peligrosidad de las drogas, hay hallazgos sorprendentes.

Menciono los más importantes: a) la heroína, en primer lugar, y la cocaína son las drogas más peligrosas; b) el alcohol ocupa el quinto lugar; c) el tabaco se encuentra en el noveno; d) la cannabis, en cambio, se sitúa en el onceavo lugar de un total de 20 drogas clasificadas.

Así que contra lo que establecen las normas de la prohibición en Estados Unidos y en el mundo, la marihuana es menos dañina no sólo que el alcohol sino también que el tabaco.

En la misma entrevista, Obama fue muy certero al evaluar las consecuencias de la prohibición del consumo de marihuana: "No debemos encerrar, por largos periodos de tiempo en la cárcel, a niños o individuos que la utilizan cuando algunos de los que están escribiendo esas leyes probablemente han hecho la misma cosa".

El dicho del presidente de Estados Unidos tiene referentes precisos: cada año se detienen aproximadamente 750 mil personas, pero el 87 por ciento de esos arrestos son por simple posesión, no por venta o producción de marihuana.

A lo que hay que agregar el sesgo racista y clasista de la ley: por cada persona blanca detenida hay 3.7 personas negras procesadas; sin embargo, el promedio de consumo de marihuana en ambos grupos es idéntico. La ley castiga a las personas de color -incluidos los latinos- con menos ingresos, y es laxa con los blancos de clase media o alta.

No sorprende, por lo tanto, que la posición que ha adoptado Obama...

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