Ivaginaria / Princeso: se vale llorar

AutorElia Martínez-Rodarte

En internet nacen y mueren a cada momento tribus urbanas o arquetipos nuevos. Los princesos conforman una de ellas. Ellos son varones sensibles, poseen sentimientos nobles, son románticos y hasta sufridos, como una especie de Gutierritos contemporáneo que no teme a mostrar su lado tierno. Son metrosexuales con sus propias emociones y reaccionan como se espera que lo hagamos las mujeres. No se refiere a gays necesariamente.

Se les describe como varones que no tienen miedo de exhibirse vulnerables y exponer su corazón, copiando el arquetipo de las princesas de Disney (o que adaptó Disney a partir de los cuentos de los hermanos Grimm y de los Andersen) que son ñoñas y aburridas. Todas conocen a un príncipe y se casan con él después de conflictos muy retorcidos. Al final son felices (¿por qué Blanca Nieves no acepta que comete poliandria con los enanos?; ¿cómo se abrocharon a la Sirenita?; ¿qué nivel de borrachera traía Cenicienta como para soltar un zapato?...). Nunca sabemos qué pasó después de la boda, que es lo emocionante.

Un princeso entonces es un hombre que pide equidad de género; que se respete su ser sentimental; que se les conceda el derecho a ilusionarse y enamorarse de una persona buena; que se le considere como a alguien que igual puede llorar en una película, telenovela o ante la cuenta del restaurante. Es una tipología de hombres jóvenes, sensibles y heterosexuales.

Ser un princeso es una mamilencia sin sentido porque asumirse como tal no dotará al varón de la capacidad de reconocer y expresar sus sentimientos. Pero sí le ofrece una puerta abierta para que se desmecate chillando en un comercial cursi. Lo cual es válido.

Abre la posibilidad para que los hombres en general se asuman como entidades con pulsiones, emociones, tristezas, alegrías y toda la gama de colores que provee el corazón de un ser humano.

No hay que autoproclamarse como princeso, pero es necesario que los hombres se liberen un poco de la carga de sobrellevar todos los sentimientos reprimidos. Lo que se aguanten y se guarden les reventará por el lado que menos esperan.

No se requiere ser princeso para que un hombre se permita a sí mismo llorar cuando necesite hacerlo. Entierren el espíritu machín y lloren. Las lágrimas son un lavado...

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