Ivaginaria / Cuando la lengua mata el sexo

Ash, antes de contarles cualquier crónica motelera, debo de narrarles una de esas experiencias que siempre me dejan con carita de plato.

Estaba yo un día en calzada de Tlalpan haciendo investigación de campo para las crónicas moteleras, cuando el individuo de la fricción de ese momento me dice: "si si si qué rico...dí mi nombre, cómo me llamo..." Mi primera reacción pudo haber sido detenerme y decir: "oye sí bato, ¿cómo te llamas?", pero habría sido algo de muy mal gusto y por supuesto que conocía el nombre del implicado. El señor en cuestión tiene un nombre de autor, pero fue cristianizado con otro, le pondremos Ramiro, que es mi apelativo genérico en todas las columnas para referirme a cualquier bato. Sobre todo porque no conozco a ningún Ramiro y así quedan protegidas las identidades de los nominados.

Entonces pienso: ¿cómo le digo? Con su nombre de autor, con su nombre real o con su apodo, cosa que no creo que le guste, porque no sé si él sabe cómo lo bautizaron sus compas. Sí tuve que preguntar, y obvio, detener la acción: "a ver, ¿con qué nombre quieres que te llame mientras fornicamos, compañero?". Obviamente no era de los que se conformaba con el genérico "papi" o "mi vidita" con los que me auxilio para no tener que andar recordando el directorio telefónico de mis novios, amén de que mi memoria es efímera.

Cuando me dijo: "di mi nombre cristiano..." Para ese momento mi erección mental estaba en estatus colgante casi muerta y por estar debatiendo cómo decirle y para que no se siguiera clavando en la textura, le dije que cambiáramos de escenario y nos fuésemos a la regadera transparente. "¿Estás enojada Eli?", me dice solícito y agarrándome el tafanario para que me contente, y es cuando le digo amorosamente: "No papi...", "mejor dime Ramiro, suena bien bonito en tu boquita". Ash...Total ya nos fuimos a tallar la espalda con un jabón más popoff que el jabón chiquito normal de los moteles y terminamos la difícil tarea, querido público, da estar de echadero en echadero por ese día.

Pero ya no fue igual, porque eso de las credenciales en el fornicio me desconcentran mucho.

La lengua puede matar el sexo porque aunque podamos horadar muchas cuevitas...

Para continuar leyendo

Solicita tu prueba

VLEX utiliza cookies de inicio de sesión para aportarte una mejor experiencia de navegación. Si haces click en 'Aceptar' o continúas navegando por esta web consideramos que aceptas nuestra política de cookies. ACEPTAR