Ivaginaria / El imperio del deseo

AutorElia Martínez-Rodarte

Liu Dalin es un sexólogo y autoridad del sexo en China. Siendo éste un país tan poblado y con escenarios reproductivos tan delicados, no es poca cosa ser responsable de la educación en la sexualidad de miles de millones de chin@s.

Según el prólogo de Jean Claude Pastor en "El imperio del deseo" de Liu Dalin, a partir del establecimiento de los manchúes en el gobierno chino en el siglo XVII, se propagó una epidemia de conservadurismo en China, que omitió siglos de interés y curiosidad por la actividad sexual, erótica y reproductiva. La llamada ars erótica de los chinos (su arte en el fornicio), es decir su manera de ser sexosos, fue previa a la de los hindúes y los árabes. En el sexo, los chinos y chinas ya eran de avanzada, mucho antes que otras culturas supieran de qué iban sus genitales.

Los chin@s fueron los primeros en hacerle fiestas a la tierra y celebrar su fertilidad, por lo que también estaban bastante preparados para sacar de un cuerpo humano toda la energía poderosa de un acto sexual, y orientarlo hacia la conservación de la salud corporal y mental.

La longevidad e inmortalidad eran algunas de sus preocupaciones, obsesiones más bien, que llevaban a grados extremos. Deseaban tomar del acto sexual el poder que los llevara a una larga vida, por eso el fornicio y la chupadera de energía. El tirano Qin Shinhuang, uno de los principales unificadores de China, murió en la búsqueda de la longevidad, tirándose a su gineceo incontable y envenenado por las plantas supuestamente miríficas que le iban a alargar la existencia.

Al culto y estudio de la sexualidad en China le debemos un análisis profundo de los genitales y sus funciones. Aunque parece increíble que a estas alturas algunes desconozcan cómo funciona y se ve el pene o la vulva, desde la antigüedad de la cultura china, estos estaban muy conscientes de la importancia de la genitalia. Sin embargo, también los primeros en utilizar eufemismos para referirse a ellos. No creo que haya sido pudor, sino un afán poético un poco estorboso, ya que llamarle concha, flor o pez a la vulva y vagina, han sido estigmas muy arraigados. Hoy en día la gente aún se enclocha al nombrar las genitalias con su nombre...

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