Ivaginaria / El gran huevo

En aquellos días en que yo apenas acababa de dejar de ser un óvulo de mi mamuchis y un espermatozoide de mi padre, y era una nenecita curiosa, pensaba que los bebés se hacían en un espacio límbico en el cual dos entidades se unían y producían un bebé. La teoría de niños idiots que pensaban que existía la cigüeña o que venían de París me parecía jalada, hasta para una que era una inocenta sobre los asuntos de reproductividad. Sabía que estaba siendo engañada por todos los adultos que me rodeaban, quienes simplemente decían una bola de sinsentidos sobre cómo se elaboraba una criatura.

Así como las partes pudendas del cuerpo no se nombran, como vagina, vulva, pene, ano, culo, así se crearon muchas historias descabelladas e ignorantes sobre el asunto de la fecundación, la concepción, la gestación y el nacimiento. No perdamos el tiempo en falsos nombres. Llamemos a nuestro cuerpo como debe ser llamado en cada una de sus partes, que para eso se les es han opuesto nombres.

Luego cuando supe la verdad, todo me pareció lógico: la fabricación de un bebé es un verdadero milagro de la madre tierra en toda su inmensa perfección. Y entonces el querido público, se preguntará, ¿por qué tanta gente que no está preparada para tener un bebecito se embaraza? Porque es la función de nuestro cuerpo hacer criaturas y mantener la especie. Que nos embaracemos sin pensarlo y sin considerar el duro mundo en el que vivimos es otra cosa. La naturaleza cumple su función, y la cultura en la que vivimos, es en donde perviven las normas de conducta, las pulsiones de reproducción y las decisiones buenas o malas respecto a esto.

Así como las criaturas especulan sobre cómo se hacen y vienen los bebés al mundo, la buena gente de la antigüedad que no sabía ni porqué le salía la caca del cuerpo, existían muchas teorías en todas las culturas sobre la llegada de los humanos a esta tierra. Había hij@s divines del aire, del agua, de las semillas, del bosque y bueno, todos conocemos la historia del espíritu santo, parte de la tradición católica cristiana. Las deidades de la mitología nacían en episodios espectaculares, producto de un semen mirífico de un dios, o de una pluma que se guardó en el buche algotra diosa prehispánica o hasta de una puñeta divina.

Nadie sabía bien de dónde venían las criaturas, pero se conocían bien los ciclos de la tierra y sus estaciones. La naturaleza desde el principio nos dio las instrucciones sobre cómo reproducirnos. Nos deja saber de los ciclos...

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