Ivaginaria / Las 10 de un bato...

AutorElia Martínez-Rodarte

Esta columna se trata sólo de mí. De lo que me gusta y de lo que no. Y de lo que apruebo y lo que descarto en los hombres, que hasta este momento, lleva mayoría en mi lista de preferencias según mi orientación y preferencia sexual. Si a alguien le gusta mi lista, recórtela y llévela en su bolsa para recordar que los batos sí deben ser a nuestro entero gusto. La vida del amor y el sexo no debe conllevar sacrificios, debe ser goce y responsabilidad.

El primer atributo sería que: fuese un hombre honesto. Es decir, que se agarre los cojones para decirme la verdad ante todo. Nada es más patético que ser la única que no sabe cómo está la onda alrededor, mientras hace de las suyas el otro. Honestidad que bordee en lo doloroso, en lo cruel, pero en lo certero. Porque la honestidad posee mucho de valentía, y si esto fuera un silogismo, ergo, un hombre que se atreve a decir lo que sea, es porque posee muchos cojones con qué afrontarlo.

El segundo sería la lealtad. A su relación, a su familia, a sus hijos si los tiene, a su causa política, a su postura artística... Si ya saben que yo me lío con puro tipo que está reinventando el mundo, o pretende hacerlo, o alucinan con ello.

El tercero sería parte uno del cuarto. Conmigo se habrán liado toda clase de forajidos. Pero ninguno era un idiota. Incluso si me llegué a liar con uno tontone o lerdo, no lo recuerdo, porque en todos mis batos ha brillado la inteligencia.

El cuarto punto se refiere, que a esa inteligencia le corresponde un buen sentido del humor. El señor que no valora la risa como medio para seducir a una dama, yo no sé cuánto tenga en el banco para andar por el mundo sin gracia.

El quinto es que sepa follar. Eso se aprende queridos. Uno no nace sabiendo maldita la cosa, entonces una buena intuición hacia la piel del otro y mucho vigor y creatividad, serán fundamentales para aprender de cada acto sexual. Yo no soy una entidad coital ni me andan impresionando con dos horas de fricción, aburrido... Hacer el amor es un acto tan sensible y delicado, y a la vez poderoso, y quien conoce ese poder y sabe usarlo (sin presumirlo ante sus amigotes aysh...) es un hombre atesorable.

El sexto es el sentido...

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