Ivaginaria / Amores exprés

Me estoy dando cuenta de algo: las mujeres están desesperadas por encontrar una pareja. ¿Y saben qué es lo peor? Los hombres también. Pero lo más patético del caso, es que hay un demonio malvado que impide que ambos géneros se encuentren, se reproduzcan y vivan juntos para siempre en su apacentada vejez.

Esto me recuerda unas clases de salsa que dan por mi rumbo. Son de esas que vas una vez, pruebas y luego dices, vengo la semana que viene. Y jamás te apareces a otra sesión porque sabes que tu misión en la vida no es ser la sucesora de Celia Cruz.

La cosa va así. Te metes a un enorme grupo de bailadores, y el maestro, punta talón punta, dicta el paso que vas a ejecutar con las parejas que te toquen. Es una especie de poligamia rítmica en la cual una se expone al mejor postor y ellos a su vez a la más gandalla postora, porque si algo vi, fue chavas agarrándole el trasero a los inocentes criaturelos en medio de la confusión y el ea ea de la música.

Las mujeres se ponen de un lado y los hombres de otro, como si se tratara de un concurso de selección natural o de un baile de los años cincuenta. Si hubiera un quiosco, una banda con tuba y algodones de azúcar estaríamos en Cuatro Ciénegas Coahuila. En donde dicho sea de paso, hay tipos guapísimos, mega papis (quiero, babeo y merezco).

Entonces el profesor dicta el paso a realizar y las mujeres agarran a su pareja de enfrente, dan dos tres ejecuciones y cambian de pareja. Uno, dos, uno, dos y cambio. Pasas de un hombre a otro sin verle la cara, sin chanza de hablarle, agarras, bailas, pasas, rolas y adiós. Me recuerdan a los últimos semestres de mi carrera y a unas farras muy chidas que agarrábamos en el Frog's de Monterrey, en donde entrabas con tu traje de luces y salías con todos los focos fundidos... pero en hombros.

Volviendo a la cátedra. Esa es la vida de una mujer en la clase de salsa. Te canastean de unos brazos a otros sin saber ni siquiera cómo se llama el individuo que te tuvo de la cintura durante ese minuto.

Todo es rápido, vertiginoso, tal como pasan los años después de los 25.

Así son las relaciones de ahora. Ya sé que parezco abuelita. Nada más me falta decir: en mis tiempos las cosas no eran así, porque el...

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