Ivaginaria / Alarma desnudez...

Me encantan sus correos que recibo con alegría y mucho amor en elia.martinez.rodarte@gmail.com algunos con cosas lindas, otros con preguntas, unos con penes no solicitados y en fotos malísimas. No por nada escribí sobre las instrucciones para tomarse una buena imagen de su falo erecto con su celular. Una buena foto es determinante para un pene, porque puede redimensionarlo de maneras diversas.

Pero tras mi columna pasada sobre la desnudez en grupo, me llegaron algunos correos en los que se me reclama un poco, sobre el asunto del pudor y de que, mostrarse en desnudo para niños y niñas, puede ser nocivo e incluso, un tema que propicie una situación de abuso. Precauciones en las que coincido totalmente, y me atrevería a decir que, los mismos padres y madres exhiben a sus hij@s en las redes, un sitio inestable e inseguro para los infantes, ante la navegación de tantos depredadores sexuales y pedófilos que existen.

La desnudez puede parecer mala o impúdica, porque al cuerpo también se le ha erotizado y visualizado como una entidad forniciatoria, coital, de fricción y que gracias a los muchos "pecados" que rodean al acto sexual, aquella exhibición de piel se remite a lo obsceno o lúbrico.

Citar el libro del Génesis es hablar de la maldad de la desnudez per se. Es incluso escandaloso pensar, a mí me ofende incluso, descubrir que el concepto de la desnudez y la culpa han sido introyectados en nuestra pobres mentes y almas desde el inicio de los tiempos cristianos, lisiando a nuestros amados organismos y convirtiéndolo en el ancestral perchero de toda clase de garra que se nos haya ocurrido echarnos encima.

Me encantan los artificios que nos vestimos, pero no a costa de la satanización de mostrar al cuerpo. Y no sólo me remito a lo encuerado, sino a las ropas, incluso cuando su objetivo es una desnudez ataviada y enseñando, o recordando al mundo a través de la moda que la brevedad no es símbolo de invitación: es sólo querer mostrar el cuerpo, lo primero que hicimos desde el principio de la humanidad, andar encuerados.

Mi primera lección sobre desnudez me la enseñaron mi padre y mi madre: iba a ir a una función de baile africano en la que, personas de ese hermoso continente, aparecerían en el escenario semidesnudos. Recuerdo...

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