Ivabelle Arroyo / La impunidad tiene freno

AutorIvabelle Arroyo

A veces parece que los retos son tan grandes en Jalisco que éste no tiene salvación posible; que el único camino es ponerle un letrero de cerrado por vacaciones y vaciarlo durante unos años para detener la vertiginosa caída hacia el fondo del barranco. No se avanzaría en infraestructura, no habría nuevos túneles, nadie construiría nuevos colectores, ningún niño egresaría de sus escuelas, ningún sector empresarial daría más empleo y ningún consorcio extranjero invertiría en El Salto, pero tampoco seguiría el camino hacia el averno. Sería una pausa para respirar, un tente aquí, un paren el mundo que me quiero bajar, como dice Mafalda.

Cerrado Jalisco no habría desarrollo turístico, ni empleos, ni tiendas de ropa, ni puestos de artesanías, ni comercio informal ni jaliscienses de la apellidolandia autóctona ni tapatíos del común, ni ciudadanos adoptivos, avecindados o renegados. Nada. Cerrado por vacaciones, o mejor aún: cerrado por descomposturas.

Si eso fuera posible, quizá valdría la pena intentarlo. Pero se antoja difícil poner a seis millones de acuerdo para salir a la de una, a la de dos y a la de tres, todos juntos y a la vez. Se ve un poco más fácil hacer que las cosas funcionen y reconocer que por suerte no hay que empezar de cero. Muchas generaciones antes ya lo estuvieron pensando, y poco a poco, construyeron o copiaron instituciones para hacer de la vida en común lo más parecido a un camino ajacarandado. No es preciso imaginar desde cero un gobierno de leyes, o descubrir las ventajas del equilibrio de poderes, o estructurar un esquema de renovación en el poder o inventar métodos de control y castigo de gandallas. Ya hay un camino andado aquí mismo y un largo trecho recorrido en otros países en donde también habitan humanos que padecen los mismos agobios esenciales que los mexicanos de aquí.

Hay que aprovechar lo que se tiene, y sin menoscabo de la labor legislativa seria (casi inexistente), se puede decir que el cuerpo normativo es básicamente bueno. Perfectible, pero bueno. Por lo menos tan bueno como cualquier otro. Su defecto no es de diseño: es de ejecución. Su pecado son esos enormes hoyos en la aplicación de justicia laboral, ambiental, económica, vial, penal y social por los que se cuela la horrible sonrisa chueca de los impunes. Para colmo, es exponencial: cada episodio de impunidad hace el hoyo más grande para dar paso a los de atrás: a los torpes y corruptos hombres públicos y a los cobardes actos privados.

Los torpes...

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