Ismaíl Kadaré: Primavera en Tirana

En cada nueva visita a estas ciudades balcánicas encuentro que se acentúa su condición de enclaves fronterizos, moderadamente caóticos, abigarrados y precarios, en los que, incluso para quien los ha conocido antes y ha asistido a su transformación, resulta cada vez más trabajoso discernir en el amasijo de influencias y comportamientos los elementos que permitan enlazar con alguna tradición cultural o un pasado reconocible. A escasos kilómetros de la costa adriática y desplegándose desde las faldas del monte Dajti en dirección a la llanura que lleva al mar, Tirana ha pasado de ser la pequeña ciudad de poco más de 300 mil habitantes en el momento de su ruptura con el régimen de Hoxha, a un conglomerado caótico que rebasa ya el millón de almas que bullen entre las calles embarradas y sin reparar y el aluminio y el vidrio oscuro de edificios de 15 plantas que se yerguen como monumentos al afán de incorporación europeísta, como atalayas desde las que pueda divisarse un futuro que, al contrario que el sol, se alza aquí por occidente.

Se me hace extraño encontrar en mitad de este pandemónium a Ismaíl Kadaré. Es como si la Tirana brumosa y parsimoniosa de sus novelas hubiera quedado para siempre atrapada en sus pupilas (y en mi memoria), impidiendo que penetre y se afiance la imagen de esta otra, a todas horas rebosante de gente agitada y parlanchina, a punto de arrebatarle a Madrid el primer puesto por el número de bares y cafés por decámetro cuadrado. Pero hace ya unos años que el escritor, aunque continúa viviendo en su piso de París, pasa temporadas en el que tuvo siempre aquí en Tirana, a escasos metros de la plaza de Scanderbeg y a un tiro de piedra de la muy socialista silueta del Palacio de la Opera. En una entrevista con la editora mexicana Enzia Verduchi, que publicará el año próximo (mi traducción mediante) su obra poética en Acrono, pronuncia frases duras y condenatorias sobre los políticos albaneses de ahora, si bien manifiesta una evidente aunque enigmática alegría ante el desorden imperante: "La libertad que se sueña siempre es distinta de la que ocurre". Después de décadas de vida reglamentada, me parece a mí que viene a decir, no está mal un poco de desbarajuste... Su última novela, Frías flores de marzo, da cuenta de esa continuidad imposible y de la catarsis todavía en curso por la vía de la confusión. Años después de que fuera vilipendiado por exiliarse en París, Kadaré parece poseer ahora la peculiar lucidez que proporciona la...

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