Isabel Turrent / Rusia: ¿un modelo alternativo?

AutorIsabel Turrent

La historia de Rusia en el 2006 es una prueba clara de que la llamada posición geopolítica de un país depende, en efecto, tanto de la geografía como de los avatares de la política. A mediados del 2005, el gobierno ruso encabezado por el presidente Putin era el blanco de críticas que abarcaban desde su desastroso manejo de la guerra en Chechenia, hasta su política en el llamado "exterior cercano", donde Moscú había visto diluirse su influencia en dos importantes repúblicas de la ex Unión Soviética: Ucrania y Georgia. Las palabras de Vladislav Surkov, un importante asesor de Putin, encapsulaban la difícil situación del gobierno. En una reunión secreta del equipo del presidente que se coló a la prensa, Surkov afirmó que Rusia era "una región remota y mal iluminada de Europa que está lejos de ser Europa todavía".

Un año y medio después, la posición de Rusia y del gobierno de Putin parecen haberse transformado radicalmente. El Presidente disfruta un nivel de popularidad interno que roza el 80 por ciento; ha utilizado la dependencia europea del gas ruso para dividir a los países del continente y evitar que construyan una plataforma política única frente a Rusia; ha consolidado su dominio sobre amplias regiones del "exterior cercano" y colocado al país en una situación clave para resolver problemas internacionales como la nuclearización de Irán. La base de este despliegue político y diplomático es un crecimiento económico notable: durante el último quinquenio, la economía rusa ha crecido a una tasa promedio de 6.6 por ciento. La inflación es de 9.1 por ciento -alta para los estándares occidentales, pero baja para los rusos- y los salarios reales y el consumo han crecido el doble que el PNB. El auge económico ha enriquecido a una clase media pujante que trabaja en sectores clave de la economía, como la banca y la industria energética, y que abarca aproximadamente al 20 por ciento de la población. Putin y el grupo político que lo rodea tienen, por lo demás, un último activo envidiable a primera vista: un proyecto de país claro y preciso y un modelo propio para alcanzar sus objetivos.

Para desgracia de Rusia, el proyecto y el modelo están plagados de riesgos. Un pilar único sostiene el auge económico: la explotación y exportación de hidrocarburos. Rusia ha aprovechado el crecimiento de la demanda de gas natural de sus vecinos europeos y el altísimo precio del barril de petróleo (70 dólares) para enriquecerse y para ejercer una eficaz diplomacia...

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