Isabel Turrent / Quién era Qassem Suleimani

AutorIsabel Turrent

Qassem Suleimani fue uno de los arquitectos del Medio Oriente de hoy. Un hombre indispensable para la teocracia iraní, que encarnó la última espiral de la eterna lucha entre los dos grandes grupos musulmanes -shiitas y sunitas- y estuvo a punto de ganarla. Suleimani era uno de esos políticos aterradores que logran transformar el mapa de regiones enteras -y a veces, del mundo- porque combinan la crueldad y el amor a la sangre derramada y la violencia, con una inteligencia visionaria, pragmática y paciente para lograr sus fines.

Suleimani cultivó a los líderes y grupos que podían ser aliados útiles de Irán y echó mano de todos los medios -la guerra, atentados, sobornos, amenazas y el asesinato- para debilitar, someter o eliminar a sus adversarios. Su primera escuela fue la guerra entre Iraq e Irán en los años ochenta. Ahí aprendió que la vida de unos cuantos o de cientos de miles, no vale nada. La teocracia iraní detuvo las ofensivas de Saddam Hussein mandando al frente a cientos de miles de jóvenes que emprendían ataques suicidas, armados tan solo con la promesa del paraíso en la mano. Un millón de iraníes perecieron en ocho años. La masacre sobrevivió en la memoria de Suleimani. Pero no como un antídoto contra la violencia sino como el escenario más cercano al supuesto paraíso.

Un largo artículo del New Yorker* relata la visita guiada de Suleimani en 2009 a Paa-Alam, un promontorio rocoso en la frontera con Iraq. Ahí, en 1986, murieron decenas de miles de iraníes sin lograr avanzar un solo paso. Suleimani describió la batalla en términos casi místicos. "El campo de batalla -dijo- es el paraíso perdido de la humanidad. Donde la moralidad y la conducta humana alcanzan su plenitud".

No sorprende que muchos años después, durante la guerra en Siria, cuando pasó de ser indispensable a sentirse invulnerable, se tomara selfies en los campos de batalla junto a las tropas iraníes o a los soldados libaneses de Hezbollah, una de sus obras maestras. Muchas de esas selfies se volvieron virales.

La oportunidad dorada de Suleimani fue la invasión norteamericana de Afganistán en 2001 y de Iraq en 2003. Cooperó con EU en su lucha contra el Talibán -sunitas enemigos del Irán shiita- y luego aprovechó el vacío de poder en Iraq para avanzar las fichas de Irán a través de la mayoría shiita del país y de complicados y astutos lazos con los kurdos iraquíes. Cuando Washington...

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