Isabel Turrent / Los murmuradores

AutorIsabel Turrent

What we overheard the adults say

in a whisper me knew

we could not repeat to anyone.

Es una de las muchas confesiones de quienes recuerdan su niñez soviética que Orlando Figes recoge en The Whisperers sobre el sueño totalitario de políticos iliberales en cualquier latitud: el control estalinista de una sociedad entera.

El gobierno republicano de Texas que, como muchos otros estados rojos en Estados Unidos gobierna bajo el signo de la mentira y la violencia, no es el primero en imponer limitaciones al derecho constitucional de las mujeres al aborto desde que la Suprema Corte lo legalizó en 1973 con la resolución Roe vs. Wade. Pero es el primero que asesorado por abogados que conocen al dedillo el funcionamiento y las normas de la Suprema Corte -dominada desde el gobierno de Trump por jueces conservadores- decidió recurrir al modelo estalinista, darles la vuelta a las autoridades y poner en manos de los murmuradores la justicia.

La nueva ley, que los jueces de la Suprema Corte decidieron no bloquear y darle vigencia porque su aplicación convenientemente no involucra a las autoridades, prohíbe a una mujer abortar después de cumplir seis semanas de embarazo -cuando la mayoría de ellas apenas se entera de que quedó embarazada- y pone sus derechos en manos de cualquiera que decida denunciarla si rompe ese límite legal, aun en casos de violación o incesto.

Cuando los murmurantes, dedicados desde siempre a destruir reputaciones a través del chisme, se convierten en soplones al servicio del orden establecido, se vuelven también dueños de las vidas y haciendas de todos los que los rodean. En la Rusia de Stalin, las viviendas comunales se volvieron una metáfora de la sociedad comunista: en cada piso, decenas de personas estaban obligadas a compartir espacios cada vez más reducidos.

El poder llamaba "condensación" a este hacinamiento que destruyó junto con la propiedad privada a la privacidad, y convirtió a todos los ciudadanos en sombras silenciosas o denunciantes de los otros. Resultó, por cierto, un sistema policiaco inasible -muchas denuncias eran anónimas-, pero muy eficaz: entre el ascenso de Stalin al poder en 1928 y su muerte en 1953, 25 millones de soviéticos fueron denunciados y exterminados o enviados al Gulag.

Esos son los fantasmas que han convocado los republicanos en Texas y...

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