Isabel Turrent / Mala receta china

AutorIsabel Turrent

El choque entre trabajadores de una fábrica de juguetes en la provincia de Guangdong a fines de junio se hubiera perdido entre las decenas de protestas y enfrentamientos que forman parte de la vida cotidiana en China, si sus protagonistas no hubieran representado a dos grupos étnicos diferentes, y no se hubiera convertido en la chispa de una cadena de incidentes violentos en la provincia occidental más remota del país: la región autónoma de Xinjiang.

Los actores del choque en Guangdong fueron, por una parte, chinos que conforman la mayoría étnica del país y trabajadores provenientes de Xinjiang pertenecientes a una de las minorías más numerosas de China: los uigures, un grupo de origen turcomano y religión islámica. Las razones del descontento de los han (los subsidios estatales que reciben los uigures que trabajan lejos de su lugar de origen) serían incidentales si no fueran parte de la estrategia que ha diseñado el régimen comunista para lidiar con sus principales minorías, y de su fracaso.

Para principios de julio, la violencia que había empezado en Guangdong se extendió a Urumqi, la capital de Xinjiang, dejando una estela de destrucción, más de 100 muertos, y centenares de heridos. El eco de los desórdenes en el Tíbet en marzo del 2008 debe haber resonado en Beijing y el gobierno recurrió otra vez, y sin más averiguaciones, a lo que debería ser, aquí y en China, el último recurso de cualquier gobierno: la represión.

Como en Irán, la violencia gubernamental china tendrá una eficacia efímera. Mientras los agravios de tibetanos y uigures se mantengan vivos, Beijing enfrentará protestas esporádicas, o, peor aún, sistemáticas, organizadas y apoyadas desde el exterior. Son los riesgos de la amnesia histórica o del cultivo de una memoria selectiva.

La preocupación china por la seguridad de sus fronteras y por la estabilidad social cimentada en el progreso se pierde en el tiempo. El famoso Mandato del Cielo, el principio de legitimidad que sustentó a cada dinastía por milenios, dependía de que el emperador en turno garantizara la protección y el sustento de sus gobernados.

En una sociedad sedentaria y básicamente agrícola, la paz y el orden se convirtieron en dos imperativos políticos fundamentales. Por milenios, el principal peligro para la estabilidad provino del exterior. China estaba rodeada de tribus nómadas y seminómadas que incursionaron en su territorio incontables veces sembrando la destrucción, y llegaron aun a imponer dinastías...

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