Isabel Turrent / Lecciones de la edad de piedra

AutorIsabel Turrent

No es difícil entender los resortes ocultos tras el nostálgico y multireseñado último libro de Jared Diamond -The World Until Yesterday- sobre los grupos o tribus que se quedaron la Edad de Piedra y habitan aun rincones remotos de África, la selva amazónica o Nueva Guinea. En pequeños oasis casi intocados y ecológicamente prístinos.

El contraste con la vida "moderna" occidental es tan grande, que dan ganas de salir corriendo con Diamond a Nueva Guinea. No todo lo moderno es negativo, pero lo malo es malísimo: ciudades contaminadas y caóticas; mares, ríos y lagos llenos de pesticidas y plásticos, que destruyen cualquier valor nutritivo de los peces y mariscos a los que nos hemos vuelto tan adictos; bosques devastados; miles, si no es que millones de especies en peligro de extinción en la tierra y en el mar; comida chatarra, enlatada y llena de preservativos, y modos de vivir que alimentan la desigualdad, han destruido a las familias extendidas y confinan al desván de la historia a amplios grupos sociales, para no hablar de la agonía del arte de conversar resultado de la informática moderna.

Ese contraste explica en parte el subtítulo del libro: ¿Qué podemos aprender de las sociedades tradicionales? La otra justificación es histórica: hasta la aparición de la agricultura (hace apenas 11 mil años), y de Estados poderosos (ayer en la historia -hace unos cinco milenios-), grupos tradicionales de cazadores y recolectores estuvieron a cargo de la supervivencia y expansión de la especie humana. Si lo hubieran hecho mal, no estaríamos aquí.

En el ámbito de la violencia, que parece ser un mal endémico entre los humanos, ellos y nosotros estamos tablas. Los nativos de Nueva Guinea, a quienes Diamond conoce como a la palma de su mano, desmontan los conflictos resarciendo emocionalmente a la víctima -o compartiendo el dolor de su familia y de su clan-. Una estrategia que sería beneficioso sumar a nuestras sentencias judiciales. (La historia hubiera sido diferente si los padres de Cassez -y ella misma- le hubieran pedido perdón a sus víctimas, y el presidente de Francia a todos los mexicanos). Y los grupos tradicionales deben agradecer a los modernos el Estado de derecho que ha disminuido la violencia entre ellos.

Pero tenemos mucho que aprenderles en el terreno de la "paranoia constructiva": en la identificación precisa de los peligros que nos acechan y en la protección de lo que puede garantizarnos una vida sana y un futuro como especie. Las habitantes...

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