Isabel Turrent / Israel: logros y problemas

AutorIsabel Turrent

El Estado de Israel cumplió 60 años hace unos días. Como siempre sucede en el caso del país, muchísimos de los análisis que acompañaron los festejos dentro y fuera de Israel destacaron los problemas que lo acechan como si el balance de la historia moderna del país arrojara nada más números rojos. Una visión más imparcial y justa exigiría contrastar errores y dificultades con los muchos logros israelíes.

En las seis décadas de su historia moderna Israel ha consolidado una economía pujante y diversificada que ha crecido notablemente en los últimos cinco años. La economía se ha globalizado con éxito: el sector exportador, dinámico y moderno, genera el 45 por ciento del PNB. La cara oscura de la economía es la creciente desigualdad del ingreso -que más de 20 por ciento de israelíes encuestados recientemente consideran un problema más urgente y prioritario que la firma de un acuerdo de paz con los palestinos. Sin embargo, si el país mantiene el ritmo de crecimiento de los últimos años, no es remoto predecir que en una década los israelíes gozarán de un ingreso per cápita análogo al promedio de la Unión Europea, y que la desigualdad del ingreso se erosionará junto con el auge económico sostenido.

El dinamismo de la economía se ha convertido también en una fuente más de integración de las oleadas de inmigrantes que el país ha luchado por incorporar desde 1948 al tejido social y económico, con notable éxito. Sólo la minoría árabe ha quedado al margen de algunos de los derechos que goza el resto de los ciudadanos del país. Los 1.3 millones de árabes-israelíes disfrutan de una libertad y una representación políticas que no tendrían hoy por hoy en ningún país árabe de la región. Pero muchos se quejan de su marginación en el ámbito militar o de las restricciones que encuentran para comprar tierras en cualquier rincón del país.

La situación de los árabes-israelíes es resultado, por una parte, del dilema irresoluble que confronta la democracia israelí: el choque entre el Estado democrático israelí -moderno, secular e incluyente- y el concepto del país como un Estado judío, donde no se ha establecido aún una separación entre la religión y el Estado. Y, por otra, del temor que se remonta a los orígenes de Israel de que la lealtad de la minoría árabe esté orientada a causas externas y opuestas a los intereses nacionales. Una prevención más que justificada si se considera que esos mismos árabes-israelíes, que quieren seguir viviendo en Israel y gozando de...

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