Isabel Turrent / Las habas del vecino

AutorIsabel Turrent

En política, en todas partes se cuecen habas. Sobre todo en atmósferas de polarización política. El principal ingrediente del caldillo es la irracionalidad. Los votantes, en especial los que ocupan los extremos del abanico político, están dispuestos a creer cualquier cosa que refuerce sus ideas preconcebidas y a rechazar cualquier argumento que las contradiga. En México hay muchos botones de muestra de la irracionalidad política en electores de todos los signos ideológicos: entre ellos, las leyes que se aprobaron en un estado tras otro criminalizando a las mujeres que abortan; los que insisten en imposiciones y fraudes inexistentes y quienes equiparan la aplicación de la ley con la represión.

La campaña en Estados Unidos y el último debate presidencial prueban que allá también se cuecen habas: la derecha republicana sigue empecinada en afirmar que Barack Obama es un comunista embozado de origen extranjero, que pretende erigir un Estado gigantesco que usurpará las libertades individuales.

Son muchos los ensayos y libros que han probado con cifras y encuestas que, en cualquier democracia, muchos votantes son tan irracionales como los creyentes. El último -The Righteous Mind, un libro muy comentado de Jonathan Haidt-, un profesor niuyorkino, asume esa irracionalidad. Su meta es explicar por qué tantos abdican de la razón al votar y por qué los republicanos han sido mucho más eficaces para entender y utilizar los resortes emocionales de buena parte del electorado. (Aunque no hay necesidad de encuestas para identificar al político mexicano que ha apelado por años a las emociones de su electorado con notable éxito, sería interesante aplicar los cuestionarios en México y descubrir cuáles son los mecanismos que mueven a nuestros votantes irracionales y en qué partidos militan).

Haidt echa mano de todas las disciplinas -desde la antropología y la biología hasta la sicología moral- para demostrar que quienes han definido al hombre como sapiens y racional están equivocados. Los seres humanos, afirma, hemos sido, desde el Neolítico, emocionales en primera instancia. Echamos a andar la razón después de sentir, muchas veces la ponemos al servicio de nuestras emociones, y estamos mucho más preocupados por apuntalar nuestra reputación que por la verdad. Los seres humanos somos, por lo demás, dice Haidt, dicotómicos: profundamente egoístas, pero capaces de la solidaridad recíproca cuando nos conviene. Individualistas y grupales a la vez. Si todos llevamos...

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