Isabel Turrent / Destino: ¿Turquía?

AutorIsabel Turrent

El futuro del amplio arco de países del Medio Oriente que viven revueltas populares, y que va de Túnez a Irán, pasando por Jordania, dependerá de muchos factores. De la profunda diversidad de estas naciones y su peculiar problemática nacional; del desempeño de los actores que han escenificado las revueltas -la sociedad civil, las Fuerzas Armadas y organizaciones y partidos (islámicos o seculares)- y de la política de aquellas naciones que les compran, los sostienen, invierten en ellos y los financian.

Las fronteras del arco compartirán, aparentemente, un escenario similar. Irán y Libia son países que han padecido la maldición del petróleo y sus consecuencias: economías petrolizadas y poco diversificadas, gobiernos autoritarios o dictatoriales, corrupción rampante y una abismal desigualdad en la distribución del ingreso. A diferencia de Mubarak, Gaddafi y la República islámica iraní -que se ha transformado en una dictadura militar- están dispuestos a reprimir a los manifestantes sin miramientos. A corto plazo, esos países enfrentarán un escenario de caos y violencia y sus regímenes sobrevivirán, montados sobre la fuerza, meses o años. Jordania, al igual que Bahrein, transitará con toda probabilidad, y a corto plazo, a una monarquía constitucional.

Es mucho más difícil predecir el destino de Túnez y Egipto, los dos países que encendieron la revuelta que se ha expandido por todo el Medio Oriente. En esas naciones, la sociedad civil sabe no sólo lo que no quiere -una gerontocracia corrupta y autoritaria- sino también lo que sí quiere: una democracia liberal, que respete los derechos de las minorías y las mujeres y mantenga a los fundamentalistas islámicos donde deben estar: representados en el Parlamento -si logran convencer a una buena porción del electorado. Ambos países tienen una tradición secular y una posición geopolítica de enorme importancia. Se parecen a la Turquía que emergió del imperio Otomano. No sorprende que varios observadores hayan recurrido al ejemplo turco para trazar futuros escenarios para Túnez y Egipto.

Turquía dista de ser una democracia perfecta. Arrastra problemas de difícil solución: el choque entre los partidos nacionalistas y el Ejército, empeñados en defender el legado secular del fundador del país, Kemal Ataturk, y el partido islámico light que gobierna al país desde 2002; el descontento de 14 millones de kurdos, que han recurrido en el pasado a la insurgencia y el terrorismo, y las pulsiones autoritarias del...

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