Isabel Turrent / La civilidad perdida

AutorIsabel Turrent

El debate sobre la civilidad se pierde en el tiempo. En la Grecia antigua sólo incluía a quienes hablaban griego; en el Imperio romano la civilidad era monopolio de los ciudadanos: quienes vivían dentro de las fronteras imperiales. El resto eran bárbaros. Aquellos que vivían en un mundo irracional, violento y sin leyes, ajenos a cualquier atisbo de cultura.

Con el paso de los siglos la palabra civilidad siguió siendo un término resbaladizo y difícil de definir porque abarca desde la conducta individual de cada miembro de una sociedad -el territorio de lo que ahora llamamos cortesía y a partir del siglo XVI, los modales o maneras que debían marcar la conducta en sociedad- hasta la participación política.

Los ingleses no fueron los únicos que cultivaron por siglos la civilidad, pero la convirtieron en un arte: un asunto de filosofía moral. El mismo Thomas Hobbes explicó que la importancia de los modos de la civilidad iba más allá de saber usar el cuchillo y el tenedor. Eran fundamentales para construir una sociedad unida y vivir en paz*. Así que el perfil de la civilidad incluyó muy pronto el autocontrol, la disciplina, la tolerancia al debate incluyente -la "conversación civil" sin ira e insultos se volvió un cimiento de la democracia parlamentaria- y el respeto a la ley.

La civilidad que permeó a la sociedad inglesa no alivió la desigualdad y fortaleció la estratificación social y la inferioridad de las mujeres que debían ser "sumisas y obedientes", pero contribuyó a consolidar la unidad del país, disminuir la violencia, expandir la educación y evitar revueltas internas -como las francesas- a través de reformas. Aunque la alteridad siguió incluyendo en la definición de civilidad al otro -los "bárbaros"- permitió a los ingleses, a diferencia de belgas, portugueses o españoles colonialistas, colocar en el casillero incluyente de los civilizados a algunos de los otros: chinos, japoneses, hindúes y persas. Emprendieron la explotación imperial con la espada de Damocles de la prensa libre y el Parlamento siempre dispuestos a criticar los excesos de la brutalidad colonial.

No es coincidencia que haya sido un escritor inglés -Hugh Thomas- el que subrayó, ya en el siglo XX, la civilidad -la disciplina y el estoicismo- que prevalecía en Tenochtitlán y la cortesía y refinamiento de sus...

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