Isabel Sepúlveda / El lado obscuro

AutorIsabel Sepúlveda

Están sucediendo cosas que muchos nomás no comprendemos y además son terribles; se han convertido en problemas, y para resolverlos, primero entenderlos. Por ejemplo, ¿cómo explicar que un personaje como Donald Trump, con un discurso agresivo, racista, intolerante y sin conocimiento de asuntos que tendría que solucionar si gana la presidencia de Estados Unidos, tiene un apoyo del 40 por ciento de los norteamericanos?

La respuesta que mayor luz da a esta incongruencia es que la mentira gana votos en los resentidos. El Premio Nobel de Economía Joseph E. Stiglitz considera que Trump miente al prometer bienestar y comodidades a las clases trabajadoras que han ido perdiendo su capacidad adquisitiva, siendo que él mismo es parte de los magnates voraces, sin escrúpulos, que se han beneficiado de tratos preferenciales en préstamos del gobierno y de las rebajas tramposas de impuestos.

Ese es un segmento de quienes apoyan al candidato que ha resultado ser un lastre para su propio partido, el Republicano, porque no tiene nada de político en el sentido original de la palabra: conciliar intereses opuestos y guardar un silencio prudente ante temas controvertidos o desagradables. Aquí asoma el lado obscuro de la otra fracción de sus seguidores: aquellos felices porque este buscapleitos da voz a sus prejuicios al declarar abiertamente su misoginia y racismo, e incitar a la violencia hacia quien no encaja en sus rígidos moldes.

Tampoco comprendemos la carrera al precipicio de los recientes ex gobernadores Javier Duarte, de Veracruz, y Guillermo Padrés, de Sonora, cuyos gobiernos estuvieron marcados por una corrupción, profunda y gravísima, sobre todo en el caso de Duarte. Ambos, de familias sin necesidades económicas y con acceso a una educación privilegiada, se encuentran prófugos por la negligencia de las autoridades estatales y federales. Duarte, su esposa Karime y Moisés Mansur, su principal socio en la red de negocios dedicados a saquear las finanzas estatales, fueron compañeros en la Universidad Iberoamericana.

El carisma jesuita no permeó en su educación ni en su trabajo. Como tampoco ha trascendido en otros gobernantes actuales la ética profesional que pretenden marcar en sus alumnos universidades privadas como la Panamericana, el ITAM y otras reconocidas instituciones. ¿Por qué? Porque cuando en una sociedad se pueden...

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