Isabel Turrent/ Japón: el fenómeno Koizumi

AutorIsabel Turrent

Japón vive una revolución política centrada en un solo hombre, el nuevo primer ministro Junichiro Koizumi. Desde su elección en abril hasta las elecciones parlamentarias de fines de julio, el primer ministro ha gobernado con una tasa de popularidad cercana al 80%. Las grandes ciudades están tapizadas de propaganda que reproduce el rostro de Koizumi y sus pósters se venden igual o más que los de las estrellas de cine más célebres. El carisma del primer ministro ha roto la apatía de un electorado con alto nivel de preparación y muy politizado pero que había perdido la fe en la posibilidad de que el Partido Liberal Democrático (PLD), que ha gobernado al Japón casi ininterrumpidamente desde los años cincuenta, pudiera modernizar el sistema político y diseñar un programa eficaz para sacar a la economía nipona de la recesión. Gracias al primer ministro el PLD obtuvo en la elección de julio la votación más copiosa en casi 10 años: de 107 representantes en la Cámara Alta, el PLD pasó a 110. El partido y sus dos socios de la coalición gobernante necesitaban ganar 63 asientos para tener una mayoría absoluta. Obtuvieron 78.

Más notable aún fue el hecho de que Koizumi y el PLD ampliaron su base electoral precisamente entre los votantes más críticos y, hasta hace un año, los más renuentes a votar por los "peledosaurios": los habitantes de las grandes urbes del país. Retuvieron, asimismo, el voto agrícola y el de aquellos otros sectores sociales que han apoyado tradicionalmente al partido. Y todos otorgaron un cheque en blanco al primer ministro a pesar de que Koizumi llevó a cabo una campaña casi churchilliana que prometió al electorado un futuro inmediato de "sangre, sudor y lágrimas": un conjunto de reformas que deprimirán aún más a la economía japonesa antes de que recupere la salud y vuelva a crecer a las tasas que caracterizaron al "milagro japonés" de la posguerra.

Sin embargo, aunque en teoría el resultado de la votación debería haber pavimentado el camino para que Koizumi transforme "sin vacas sagradas" -según su lema de campaña- el sistema político del país y aplique las medidas necesarias para romper la prolongada recesión económica, en la práctica, el triunfo del primer ministro bien puede haber sido una victoria pírrica. La esencia del PLD ha sido siempre el juego de intrincadas luchas faccionales tras bambalinas donde los grupos más poderosos tratan de imponer su dominio tras la fachada de un aparente consenso sin fisuras. Actualmente, la...

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