Opinión Invitada / Mario Arroyo: Religión y paz

AutorOpinión Invitada

Francisco se reunirá en el 8 de junio en El Vaticano con los Presidentes de Israel y Palestina para rezar por la paz. En su reciente viaje a Tierra Santa el Papa pidió insistentemente por la paz y tuvo importantes y espontáneos gestos: oró apoyando su frente en el muro que separa a judíos y palestinos en Belén; rezó ante el monumento que recuerda a los fallecidos en atentados terroristas; sin olvidar su emotivo abrazo, delante del Muro de las Lamentaciones, en el que estaban representadas las tres grandes religiones monoteístas.

La Iglesia se autodefine como "signo e instrumento de la íntima unión con Dios y de la unidad de todo el género humano". Al empeñarse en la búsqueda de la paz no hace sino ser fiel a su identidad y a su llamado dentro del mundo. Es verdad que los pecados de quienes inescindiblemente formamos parte de la Iglesia han oscurecido esa dimensión: los recientes escándalos de pedofilia o económicos han producido una razonable duda sobre la autenticidad de estos propósitos, o sobre su efectiva realización. Sin embargo, en esta legítima confusión se cae, más o menos conscientemente, en la falacia de tomar la parte por el todo. Más aún, y allí cabe dudar del sincero propósito de indagar la verdad, se pone lente de aumento en la parte, y se ignora -mirando hacia otro lado- el resto del todo.

Hay un pretendido humanismo que busca salvaguardar al hombre de espaldas a Dios. Tiene recelo de Dios y más aún de lo religioso, considerándolo tapadera, pretexto del cual un grupo de hombres se aprovecha para obtener ventajas mundanas. Se enarbola la bandera de un humanismo areligioso, por considerar a toda religión como un resto de oscurantismo e ignorancia: en la civilización científico-tecnológica no existiría espacio para lo sagrado, por ser este un proceso superado en la historia de la humanidad; pretender otra cosa sería manifestación de inmadurez en la civilización. Otras veces se rechaza lo religioso por considerarlo una de las causas más profundas de división entre los hombres -al mejor estilo de John Lennon en Imagine-, no faltando expedientes históricos para justificar tal aserto: las cruzadas, la inquisición, las guerras de religión, los atentados terroristas.

Esta última crítica adolece de una especie de Alzheimer intelectual por un lado, y de una...

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