Intelectuales y actores: El pensamiento en campaña

AutorStephen Schwartz

Sería obviamente falso negar que el Presidente George W. Bush es objeto del odio extremo de la clase intelectual estadounidense. La película Fahrenheit 9/11 representó de manera bastante clara el punto de vista de los "progresistas del Hollywood", el cual ha llegado a establecer el tono del "liberalismo", como se conoce la ideología de la izquierda en Estados Unidos. Además , la "izquierda de Hollywood" no sólo es un importante colaborador del Partido Demócrata, sino que también expresa sus compromisos políticos mediante las películas que produce.

Aunque Michael Moore, creador de Fahrenheit 9/11, no es producto de la cultura de Hollywood, otras importantes películas en años recientes han llegado a demostrar una aversión tan obvia hacia el Partido Republicano, los políticos conservadores y los mitos patrióticos de la nación angloamericana que no han logrado atraer a un público muy grande. Un ejemplo fue el remake de la clásica The Manchurian Candidate, de 1962. Aunque la cinta original, dirigida por John Frankenheimer, fue inquietante en su sugerencia de que agentes comunistas, representados como inhumanamente crueles, controlaban al político anticomunista más prominente de Estados Unidos, la versión del 2004, realizada por Johnatan Demme y recién estrenada en México como El embajador del miedo, convirtió al poder malvado en una corporación estadounidense, Manchurian Global.

Pero debido a que las corporaciones estadounidenses ya controlan el capitalismo estadounidense y, por lo tanto, se supone, ejercen una influencia determinante sobre la política y sociedad estadounidenses, la tensión dramática presente en la película original de Frankenheimer, que encarnó un concepto genuinamente impactante, está por completo ausente en la de Demme. También cabe mencionar que mientras la producción de Frankenheimer contrastó la realidad ordinaria con una alarmante conspiración, la realidad ordinaria ya no existe en los filmes estadounidenses; demasiados están basados en conspiraciones y la emoción es proporcionada sólo por explosiones exageradas o giros de la trama tan improbables que resultan ridículos.

La tesis poco original de Demme obtuvo una respuesta poco entusiasta del público: debido a que todo mundo sabe que los capitalistas controlan el capitalismo, ¿por qué repetir el mensaje? Y puesto que todo mundo sabe qué expresará una cinta como la de Demme, ¿por qué molestarse en verla? No obstante, la oposición a Bush y los republicanos que se percibe en...

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