'Sólo me inspiro y me dejo llevar'

AutorYanireth Israde

Entre los uniformes negros de los músicos de la Orquesta de Cámara de Bellas Artes, el traje rojo de la pianista Daniela Liebman fue, más que contraste, un guiño antisolemne.

Era el anticipo del brío que la tarde del sábado enardeció el palacio de mármol.

La jalisciense de once años apareció cándida en la sala principal.

Sin apresurarse, ocupó el piano para tocar el concierto Lützow, de Mozart.

Los aplausos tras la primera obra la empujaron de nuevo al asiento.

El ritual se repitió cinco ocasiones para escucharla ejecutar obras de Liszt, Filipenko, Moszkowski y Chopin.

Cada vez la ovación era más sonora.

Los "bravos" se convirtieron en "bravísimos" y la enjundia levantó de sus butacas al público para un reconocimiento de pie que Daniela compartió con la orquesta y el director huésped, el ucraniano de nacionalidad mexicana Anatoly Zatin, maestro de la joven desde hace cuatro años.

"Fue increíble mirar a toda la gente aplaudiendo, estar en el teatro mas importante de México tocando mis piezas favoritas con mi maestro", dijo tras su presentación, rodeada de admiradores que le pedían fotografías, la felicitaban, le decían shalom -saludo hebreo-, le agradecían, le auguraban gloria.

Daniela, de pelo largo, se revuelve un poco el cabello antes de tocar el piano, lo echa atrás de las orejas sin aretes -su única joya es un dije con la Estrella de David- y deja que la cabeza dance al ritmo de las notas.

Interpreta como adulta, su técnica es pulcra, pero la destreza no riñe con el regocijo infantil, con sus dulces maneras de entregarse el piano.

"Es que cuando te inspiras y sólo tocas la música es increíble, porque te dejas llevar a otros mundos", explica la pianista, cuyo vocabulario no admite la palabra "nervios".

"No, no los conozco", dice.

Tampoco se ocupa de ellos Anatoly Zatin, director del Instituto Universitario de Bellas Artes de la Universidad de Colima, donde desarrolló un método, quizá único en el mundo, para enseñar profesionalmente música a los niños.

"Es un proceso educativo; no los preparamos para un concierto con un determinado programa o para una competencia.

Tenemos un plan de estudios con un repertorio y trabajamos sobre la calidad de cada pieza.

"Después los alumnos pueden tocar en conciertos, en competencias o con cualquier orquesta: es la clave de nuestra preparación".

Daniela, hija de un violinista neoyorquino y una diseñadora tapatía, acepta que tocar acompañada de su maestro le infunde seguridad y, además, "dirige muy bien".

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